¿Qué Es El Cristianismo?

autor
Joel Stephen Williams, M.Th., Ph.D.

Traducido del inglés y redactado por
Silbano Garcia Sr.

“Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas nuevas a toda criatura” (Mr. 16:15).

Published by
J.C. Choate Publications
Winona/Singapore/New Delhi/Cebu City/Jakarta/Cape Town

Que Silbano

Silbano Garcia in his office. Brother Garcia is a dear friend of Joel Stephen Williams,
a preacher of many years experience in western Texas, and an experienced evangelist
who has made many preaching tours to Mexico. He and the churches with which he has
worked in the States have supported many good works in Mexico. Garcia and Williams
worked together at the Cactus Drive Church of Christ in Levelland, Texas, in the late
1980s. They also worked together on a building project in Juarez, Mexico, in 1994.
Silbano Garcia is the translator of What is Christianity? into Espanol.

Enjoy a few pictures of Silbano Garcia, most of them with his
friends in Mexico, before you go to the text of What is Christianity?














“Ya que Dios, en su sabio designio, dispuso que el mundo
no lo conociera mediante la sabiduría humana, tuvo a bien salvar,
mediante la locura de la predicación, a los que creen” (1 Corintios 1:21).

“Mientras que nosotros predicamos a Cristo crucificado” (1 Corintios 1:23).

“No nos predicamos a nosotros mismos sino a Jesucristo como Señor” (2 Corintios 4:5).

Copyright (Propiedad Literaria) © 1997
Spanish translation Copyright © 2003
por Joel Stephen Williams
Todos los derechos reservados

Todas las citas bíblicas son de la Santa Biblia:
Nueva Versión Internacional, Copyright (Propiedad Literaria)
© 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional, P. O. Box 522241,
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P.O. Box 72
Winona, MS  38967
Phone:  662-283-1192

Contenidos
¿Qué es el Cristianismo? 1
La Necesidad de la Salvación 3
El Salvador del Cielo. 9
El Nacimiento de Cristo. 11
La Vida de Cristo. 14
La Enseñanza de Cristo 18
La Impecabilidad de Cristo 21
La Expiación 24
La Resurrección de Cristo 30
Salvado por Gracia 34
Fe 38
Arrepentimiento 40
Obediencia 42
Libre Albedrio 43
Bautismo 46
La Vida Cristiana. 53
La Iglesia 60
Servicio y Evangelismo 68
Adoración 71
El Futuro 80
La Trinidad 88
El Espíritu Santo y los Milagros 91
Las Sagradas Escrituras 94
Resumen de Libros Bíblicos 97
Escrituras del Antiguo Testamento 97
Escrituras del Nuevo Testamento 100
Conclusión 103

Se recomienda al lector que obtenga un Nuevo Testamento o una Biblia completa y que lea todas las referencias de las escrituras hechas en este libro.  Como el Nuevo Testamento fue originalmente escrito en el idioma Griego, se citará el siguiente diccionario:  A Greek-English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature, por Walter Bauer.  Traducido y redactado por William F. Arndt, F. Wilbur Gingrich, y Frederick W. Danker. Chicago:  University of Chicago Press, 1979.  Será abreviado BAGD.  La abreviatura “cp.” dentro de paréntesis de referencia significa “compárese.”

¿Qué Es el Cristianismo?
¿Qué es el cristianismo?  El propósito de este libro es explicar el cristianismo en forma simple; decirle cómo puede lograr ser cristiano; explicar lo que es necesario creer, y cómo se debe comportar como cristiano.  El cristianismo del cual va a leer en las siguientes páginas, es el cristianismo como fue conocido y practicado en la época apostólica del primer siglo.  Realizaremos un sincero esfuerzo de documentar con las Sagradas Escrituras toda declaración hecha sobre el cristianismo.  Lo que sigue es un esfuerzo para presentarle el cristianismo sin tradiciones adicionales de hombres y mujeres durante los últimos dos mil años.  Aunque la mayor parte de estas tradiciones no causan daño, algunas son erróneas y deben evitarse.
Hoy día muchas personas se confunden sobre lo que en realidad es el cristianismo porque lo asocian con tradiciones que oscurecen la verdad.  Tal vez usted ha adquirido prejuicios en contra del cristianismo en el pasado por algún ejemplo inadecuado en una iglesia; o por la vida de individuos que dicen ser cristianos.  Si esto es cierto en su caso, por favor, lea este libro y juzgue el cristianismo por el ideal de lo que debe ser; no por el esfuerzo defectuoso de algunos seres humanos de ser cristianos.  Juzgue al cristianismo por el modelo que nos fue dado en el Nuevo Testamento en relación a cómo deben ser la iglesia y el cristiano.  Quienes dicen ser cristianos quizás no vivan, adoren, o enseñen como deberian por varias razones.  Quizás ignoren toda la verdad.  Quizás han sido llevados al error por enseñanzas falsas.  Quizás son hipócritas.  Lo más probable es que sean sinceros, pero han cometido algún error como cualquier humano.  Por favor, no rechace al cristianismo por el fracaso de alguien que usted conoce que dice ser cristiano.  Juzgue al cristianismo por medio de Jesucristo.  Descubrirá que Jesucristo, el autor y fundador de la religión cristiana, no lo decepcionará de ninguna manera.  Aunque sus seguidores cometan errores, él no fallará.  Él es sin falta.
La Necesidad de la Salvación
El cristianismo es la religión de los que son llamados “cristianos” (Hechos 11:26; 26:28; 1 Pedro 4:16).  Un cristiano es simplemente un seguidor de Jesús de Nazaret, que es llamado el Cristo o el Mesías por aquellos que creen en él.  ¿Por qué debiéramos anhelar ser cristianos?  La respuesta a esta pregunta es que todo ser humano tiene la necesidad de ser salvo de sus pecados.  Para comprender nuestra necesidad de ser salvos de nuestros pecados, veamos primero lo que significa ser un ser humano responsable ante Dios por sus acciones.
Todo ser humano es mucho más que una simple creación física semejante a un animal o bestia.  Somos creados con un “alma” o “espíritu” y por lo tanto somos criaturas espirituales (Hechos 7:59; 1 Corintios 2:11; 1 Tesalonicenses 5:23; Santiago 2:26).  En el principio Dios creó todo (Génesis 1:1), pero al ser humano lo creó en“su imagen” (Génesis 1:26-27; Colosenses 3:10; Santiago 3:9).  Esto significa que Dios nos creó con la capacidad de pensar y razonar.  Tenemos esta capacidad de comprender cosas espirituales y de creer en un ser supremo a quien le llamamos “Dios”.  Somos capaces de conocer la diferencia entre bien y mal, de sentir culpa, y también de conocer y entender las cosas que son honorables y nobles.  Somos capaces de sentir temor reverente cuando meditamos en la grandeza de Dios.  Somos capaces de adorar, y por todo el mundo, entre todas las razas y clases de gente, el ímpetu o deseo de adorar a un ser supremo es universal.  Somos capaces de vivir vidas más nobles imitando la perfecta santidad de Dios (Mateo 5:48; Efesios 4:21-23; 1 Pedro 1:14-16).
Cuando el apóstol Pablo predicó en Atenas, Grecia, él alabó a los Atenienses por ser “sumamente religiosos” (Hechos 17:22).  Ellos tenían santuarios y altares para adorar a muchos dioses.  Para asegurarse de no haberse olvidado de ningún dios, ellos edificaron un altar:  “A un dios desconocido” (Hechos 17:23).  Pablo enseguida les predicó del verdadero Dios:
El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él es Señor del cielo y de la tierra.  No vive en templos construidos por hombres, ni se deja servir por manos humanas, como si necesitara de algo.  Por el contrario, él es quien da a todos la vida, el aliento y todas las cosas.  De un solo hombre hizo todas las naciones para que habitaran toda la tierra; y determinó los períodos de su historia y las fronteras de sus territorios.  Esto lo hizo Dios para que todos lo busquen y, aunque sea a tientas, lo encuentren.  En verdad, él no está lejos de ninguno de nosotros, “puesto que en él vivimos, nos movemos, y existimos” (Hechos 17:24-28).
Ya que Dios es nuestro creador, somos responsables ante él (Isaías 43:7; Apocalipsis 4:11).  Pablo predicó a los Atenienses que ellos un día serían juzgados por Dios:  “Pero ahora manda a todos, en todas partes, que se arrepientan.  Él ha fijado un día en que juzgará al mundo con justicia” (Hechos 17:30-31).  Ya que Dios nos ha dado la capacidad de pensar y razonar y de conocer la diferencia entre bien y mal, somos responsables ante él.  Pablo nos habla de gente que no tenía una ley escrita proveniente de Dios; sin embargo, ellos conocían “por naturaleza lo que la ley exige” (Romanos 2:14).  Porque somos capaces de saber que Dios existe (Salmos 19:1-6; Romanos 1:19-20), y porque somos capaces de diferenciar el bien del mal, daremos así algún día cuenta a Dios por nuestros pensamientos, hechos y vidas (Hechos 10:42; Romanos 2:16; 1 Corintios 4:5).
La triste realidad es que todo ser humano que ha llegado a la madurez y ha llegado a saber la diferencia entre lo bueno y lo malo, ha pecado.  El pecado es todo lo que está en contra de la voluntad de Dios.  “El pecado es transgresión de la ley” (1 Juan 3: 4).  “Toda maldad es pecado” (1 Juan 5:17).  El bien y el mal no son determinados arbitrariamente por Dios.  Sino que, todo lo que es similar o semejante a Dios es bueno y todo lo que no es semejante a Dios es malo.  Dios es amor, así que el que no ama ha pecado (1 Juan 4: 8, 16).  La veracidad es buena, porque Dios no miente (Tito 1:2).  En el Nuevo Testamento hay muchas listas descriptivas de todo género de pecado que nos ayudan a comprender lo que esto implica.  Pablo en su carta a los Romanos escribe de los pecadores:
Se han llenado de toda clase de maldad, perversidad, avaricia y depravación.  Están repletos de envidia, homicidios, disensiones, engaño y malicia.  Son chismosos, calumniadores, enemigos de Dios, insolentes, soberbios y arrogantes; se ingenian maldades; se rebelan contra sus padres; son insensatos, desleales, insensibles, despiadados (Romanos 1:29-31).
Pablo también alista obras de la carne, o sea pecados:  “inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; idolatría y brujería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas” (Gálatas 5:19-21).  Pablo menciona algunos ejemplos de aquellos que no heredarán la vida eterna en el cielo a no ser que se arrepientan y busquen la salvación.  Estos incluyen a los “fornicarios, idólatras, adúlteros, sodomitas, pervertidos sexuales, ladrones, avaros, borrachos, calumniadores, estafadores” (1 Corintios 6:9-10; cp. Colosenses 3:5-10; 1 Timoteo 1:9-11; 2 Timoteo 3:2-5; Santiago 3:14-16; 1 Pedro 2:1-2).
No podemos culpar a otros por nuestros pecados.  Pecamos porque nos entregamos a la tentación (Santiago 1: 12-15).  Aunque Adán y Eva introdujeron el pecado al mundo, nunca hemos estado obligados a pecar.  Hemos pecado porque seguimos el ejemplo de otros y porque deseamos hacer lo que es malo.  Es así como el pecado se ha desplegado sobre toda la humanidad (Romanos 5:12).  Así como todos los seguidores de Cristo son salvos, así también los que siguen e imitan a Adán en el camino del pecado serán eternamente condenados (Romanos 5:15-21).  Hay doctrinas en el mundo religioso que enseñan erróneamente que heredamos una naturaleza pecaminosa de Adán, y que todos somos culpables desde el momento en que nacemos.  La Biblia nos enseña algo totalmente diferente al respecto.  Cada persona es individualmente responsable ante Dios.  Los hijos no son culpables ni condenados por los pecados de los padres, ni por el pecado de Adán.  Así también los padres no serán condenados por los pecados de sus hijos (Jeremías 31:29-30; Ezequiel 18:1-20).  Cada uno es individualmente responsable ante Dios.
Porque somos pecadores y Dios es un santo y perfecto Dios, estamos separados de él (Isaías 59:1-2).  Dios echó a Adán y Eva del huerto del Edén después que pecaron (Génesis 3:1-24).  Así también, Dios nos juzga cuando somos culpables del pecado.  Todo ser humano es culpable del pecado ante Dios, aún la gente religiosa (Romanos 3:9).  “No hay un solo justo, ni siquiera uno” (Romanos 3:10).  “Pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios” (Romanos 3:23; cp. 1 Juan 1:8-10).  El pago que todos merecemos por nuestros pecados es la muerte eterna:  “La paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23; cp. Gálatas 6:7-8).  Es así que todos necesitamos la salvación.  Estamos perdidos, porque somos pecadores.  No podemos salvarnos a nosotros mismos.  Somos débiles (Romanos 5: 6).  Si nos esforzamos, quizá pequemos menos en el futuro, pero aún así pecaremos.  Además, no somos capaces de pagar por los pecados que ya hemos cometido.  Desesperadamente necesitamos la salvación.  ¡Necesitamos un salvador!
El Salvador del Cielo
Imaginese a un hombre en lo profundo de un pozo.  Él es incapaz de escalar este pozo.  Necesita ayuda de arriba.  Necesita que alguien le ayude con una cuerda o una escalera.  Necesita un salvador.  La humanidad estaba en la misma situación por causa de nuestros pecados.  Necesitábamos la ayuda del cielo, y nuestro gran Dios nos proporcionó lo necesario, un salvador del cielo.  Solo hay un Dios (Deuteronomio 6:4; Marcos 12:29, 32; 1 Corintios 8:4, 6; Efesios 6:6; Santiago 2:19).  Conocemos a Dios en tres modos, el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo (Mateo 28:19; 2 Corintios 13:14; Juan 15:26).  Llamar a Dios el “Padre” no significa que Dios fue casado o que él y una esposa celestial tuvieron un hijo.  “Padre” significa que Dios es como un padre que cuida sobre nosotros sus hijos (Mateo 6:9; 7:9-11).  Jesucristo no es llamado el “Hijo de Dios” porque Dios y una esposa celestial le dieron luz a Jesucristo, o porque Dios es más antiguo que el Hijo.  Es llamado “Hijo de Dios” porque fue sumiso en su relación con Dios el padre, así como cualquier hijo debe someterse a su padre (Juan 4:34; 5:30; 6:38).  El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son eternos y son divinos.  Ellos son Dios y no humanos.
Esto significa que nuestro salvador, Jesucristo, no inició su vida ni su existencia cuando nació en este mundo.  El vivía mucho antes que Abraham (Juan 8:58).  El vivía antes de la creación del mundo (Juan 1:3; Colosenses 1: 15-16; Hebreos 1:2).  Esto comúnmente es conocido como la preexistencia de Cristo (Juan 3:13; 8:23; 17:5, 24; 18:37).  Nuestro Salvador es eterno.  El siempre ha existido y siempre existirá (Apocalipsis 1:8, 17; 21:6; 22:13; Juan 1:1; Hebreos 13:8).  Aunque vivió en el cielo donde multitudes de ángeles le hubieran servido, él voluntariamente vino al mundo para ser nuestro Salvador (2 Corintios 8:9).  Pablo nos explica las maravillosas buenas obras, que hacen que la historia del cristianismo sea tan singular:
Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios,
no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse.
Por el contrario, se rebajó voluntariamente,
tomando la naturaleza de siervo
y haciéndose semejante a los seres humanos
(Filipenses 2:5-7).
La humanidad pecaminosa necesitaba un Salvador.  En vez de pedir lo imposible para nosotros, es decir, que paguemos por nuestros pecados.  Dios mandó a su único Hijo al mundo para resolver el problema del pecado por nosotros (Juan 3:16).  Ésta es la razón por la cual el mensaje del cristianismo es llamado el “evangelio” (Marcos 1:1; 16:15; Romanos 1:16; Efesios 1:13; 1 Timoteo 1:11).  La palabra “evangelio” significa “buenas nuevas” (BAGD, 317-18).  Son buenas nuevas que nuestra situación no es irremediable.  Dios nos mandó un salvador para salvarnos de nuestros pecados.  La salvación nos vino del cielo en la persona del Hijo de Dios, Jesucristo.
El Nacimiento de Cristo
Para que el hijo de Dios fuera nuestro salvador, Dios preparó para llevar a cabo un nacimiento milagroso muy especial.  Dios escogió una pareja judía muy piadosa, José y Maria, para que fuesen los padres de este niño muy especial.  José y Maria estaban conprometidos en matrimonio pero aunque eran considerados esposo y esposa no habían consumado su matrimonio en las relaciones sexuales y hasta entonces no vivían juntos (Mateo 1:18-25).  Maria era virgen (Lucas 1:26-34).  Dios creó milagrosamente al niño Jesús en el vientre de Maria por medio del Espíritu Santo (Mateo 1:20; Lucas 1:35).  De este modo Jesús tuvo una madre humana, pero su padre fue Dios (Gálatas 4:4; Romanos 1:3; Lucas 1:35).  Esto es conocido como el “nacimiento virginal” de Cristo.
El término para describir este procedimiento es “encarnación”.  Este término significa que el Hijo de Dios se hizo humano.  El apóstol Juan emplea el título “el Verbo” para describir la encarnación de Jesús:  “En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios....Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros” (Juan 1:1, 14; cp. Romanos 8:3; 1 Timoteo 3:16 1 Juan 4:2; 2 Juan 7).  Para ser nuestro salvador Cristo se hizo semejante a nosotros, es decir un ser humano (Hebreos 2:14, 17).
Jesús es único en muchas maneras; sus dos naturalezas, lo humano y lo divino, combinados en un solo ser es una característica muy importante.  Mientras vivió en este mundo, Jesús fue un ser muy humano.  El descendió y nació de seres humanos (Mateo 1:1-17; Romanos 1:3; 9:5).  El vivió y experimentó el proceso normal de crecimiento de todo ser humano.  El fue un niño y creció hasta ser un adulto (Lucas 2:40).  El tenía las necesidades físicas de un ser humano, alimento, agua y reposo.  También experimentó la necesidad de orar (Mateo 4:2; 8:24; 14:23; Juan 4: 5-7; 19:28).  Como un ser humano Jesús percibió o tuvo sensaciones físicas, y sentimientos humanos, como el gozo, la tristeza, el dolor, la furia, el amor, y la compasión (Mateo 9:36; 26:37; Marcos 3:5; 10:21; Lucas 10:21; Juan 12:27; 15:11).  Jesús también lloró (Juan 11:35) y fue tentado por el diablo (Mateo 4:1-11; Lucas 4:1-13; Hebreos 4:15).  Jesús tuvo dolor físico y sufrió la muerte como un ser humano (1 Pedro 3:18; 4:1).  Sí, Jesús fue un ser muy humano.
Sin embargo, Jesús, al mismo tiempo fue muy divino (Juan 10:30).  No solamente es llamado “Señor” e “Hijo de Dios”, que son títulos divinos (Juan 10:25-33; Lucas 2:11; Apocalipsis 4:8-11; 19: 16), sino también es llamado “Dios” (Juan 1:1; 20:28; Romanos 9:5; Tito 2:13; Hebreos 1:8; 2 Pedro 1:1).  Aunque Jesús no usó todo el poder divino a su disposición asociado con ser “Dios”, él estaba en posesión total de la deidad, o divinidad (Colosenses 1:15, 19; 2:9).  Jesús era el Dios-hombre.  Era Dios y hombre a la vez.  Cuando los colores negro y blanco se mezclan el resultado es un color gris.  Pero Jesús no era algo entre Dios y hombre.  No era un ángel.  El era Dios y hombre al mismo tiempo.
Porque Jesús fue Dios y hombre, él es el Salvador perfecto.  Él puede representar o mediar perfectamente por ambas partes en el pacto entre Dios y hombre (1 Timoteo 2: 5,6).  Como un ser humano, pagó la deuda por nuestros pecados.  Como Dios, fue el perfecto y digno sacrificio para pagar por nuestros pecados.  Estudiaremos más sobre esto en el tema de la propiciación, pero es importante saber que todo ésto era parte del plan de Dios desde antes de la fundación del mundo (1 Pedro 1:20).  Ya que Jesucristo tenía que ser Dios y hombre al mismo tiempo, él vino al mundo por un nacimiento singular, su madre era humana y su Padre era Dios.  Nuestro salvador vino del cielo, y este salvador era el Hijo de Dios.  Así se anunció a los pastores:  “Hoy les ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor” (Lucas 2:11).
La Vida de Cristo
Si usted no sabe mucho de la vida de Cristo, entonces lea los cuatro evangelios, Mateo, Marcos, Lucas y Juan.  Estos cuatro documentos describen el nacimiento de Jesús (Mateo 1:1-2:12; Lucas 1:26-2:20) y un incidente cuando él tenía doce años de edad (Lucas 2:41-52), pero el énfasis está en los útimos tres o cuatro años de la vida de Jesús, que fueron su ministerio público.  A la edad de treinta años Jesús comienza a enseñar y predicar la voluntad de Dios a la gente.  El atrajo muchos discípulos, y escogió seguidores especiales, llamados “apóstoles,” quienes predicarían su mensaje después de su partida de este mundo.
Jesús hizo muchos milagros que son evidencia de que Dios aprobó lo que él enseñó e hizo (Juan 2:11; 5:36; 10:25, 37-38; 14:11; Lucas 7:20-22; Mateo 9:1-8; Hebreos 2:4).  Hizo Jesús muchas señales, o milagros, que no están escritas en los cuatro evangelios, “pero éstas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre tengan vida” (Juan 20:30,31).  La siguiente es una lista de los milagros en los cuatro evangelios:
1. Convirtió agua en vino (Juan 2:1-11)
2. Sanó al hijo de un noble (Juan 4:46-54)
3. Sanó a un hombre en la sinagoga (Marcos 1: 23-26; Lucas 4:33-35)
4. Sanó a la suegra del apóstol Pedro (Mateo 8:14,15; Marcos 1:30,31; Lucas 4:38,39)
5. La primera pesca milagrosa (Lucas 5:1-11)
6. Sanó a un leproso (Mateo 8:2-4; Marcos 1: 40-42; Lucas 5:12,13)
7. Sanó a un paralítico (Mateo 9:2-7; Marcos 2:3-12; Lucas 5:18-25)
8. Sanó a un paralítico en el estanque de Betesda (Juan 5:1-9)
9. Sanó a un hombre que tenía una mano seca (Mateo 12:10-13; Marcos 3:1-5; Lucas 6:6-10)
10. Sanó al siervo de un centurión (Mateo 8:5-13; Lucas 7:1-10)
11. Resucitó al hijo de la viuda de Naín (Lucas 7:11-15)
12. Sanó a dos hombres ciegos (Mateo 9:27-31)
13. Calmó la tempestad (Mateo 8:23-27; Marcos 4:37-41; Lucas 8:22-25)
14. Sanó a los endemoniados (Mateo 8:28-34; Marcos 5:1-15; Lucas 8:27-35)
15. Sanó a una mujer enferma de flujo de sangre (Mateo 9:20-22; Marcos 5:25-29; Lucas 8:43-48)
16. Resucitó a la hija de Jairo (Mateo 9: 18,19, 23-25; Marcos 5:22-24, 38-42; Lucas 8:41-42, 49-56)
17. Sanó a un mudo endemoniado (Mateo 9:32,33)
18. Alimentó a cinco mil hombres, sin contar las mujeres y niños (Mateo 14:15-21; Marcos 6:35-44; Lucas 9:12-17; Juan 6:5-13)
19. Anduvo sobre el mar (Mateo 14:25; Marcos 6:48-51; Juan 6:19-21)
20. Sanó a la hija de una mujer cananea (Mateo 15:21-38; Marcos 7:24-30)
21. Sanó a un sordomudo (Marcos 7:31-37)
22. Alimentó a cuatro mil (Mateo 15:32-38; Marcos 8:1-9)
23. Sanó a un ciego en Betsaida (Marcos 8: 22-26)
24. Sanó a un muchacho endemoniado (Mateo 17: 14-18; Marcos 9:17-19; Lucas 9:38-43)
25. El pez con la moneda en la boca (Mateo 17:24-27)
26. Sanó a un ciego de nacimiento (Juan 9: 1-41)
27. Sanó a un hombre ciego y mudo (Mateo 12: 22; Lucas 11:14)
28. Sanó a una mujer encorvada (Lucas 13: 11-13)
29. Sanó a un hombre hidrópico (Lucas 14:1-4)
30. Resucitó a Lázaro su amigo (Juan 11: 1-44)
31. Sanó a diez leprosos (Lucas 17:11-19)
32. Sanó a dos ciegos (Mateo 20:29-34; Marcos 10:46-52; Lucas 18:35-43)
33. Maldijo una higuera y se secó (Mateo 21: 18-22; Marcos 11:12-14, 20-25)
34. Sanó la oreja de Malco (Lucas 22:50,51)
35. La segunda pesca milagrosa (Juan 21:1-11)
Los cuatro evangelios describen el bautismo de Jesús (Mateo 3:13-17; Marcos 1:9-11; Lucas 3:21-22).  Jesús no fue bautizado para perdón de pecados, sino que fue bautizado para obedecer a Dios.  Él se identificó con nosotros para ser nuestro Salvador.  En su bautismo la voz de Dios declaró desde el cielo “Éste es mi Hijo amado; estoy muy complacido con él” (Mateo 3:17).  Los evangelios también nos narran la tentación de Jesús inmediatamente después de su bautismo (Mateo 4:1-11; Lucas 4:1-13).  Un evento muy importante en la vida de Jesucristo es llamado “la transfiguración” (Mateo 17:1-8; Marcos 9:2-10; Lucas 9:28-36; 2 Pedro 1:16-18).  En este caso Jesús fue transfigurado ante los ojos de tres de sus apóstoles, Pedro, Jacobo, y Juan.  Su apariencia resplandeció de blancura, probablemente por su deidad resplandeciente.  La voz de Dios declaró desde el cielo “Éste es mi Hijo amado.  ¡Escúchenlo!” (Marcos 9:7).  Hacia el final de la vida de Jesús la biblia nos cuenta de su entrada triunfal en Jerusalén (Mateo 21:1-11; Lucas 19:28-40; Juan 12:12-19), de la purificación del templo (Mateo 21:12-17; Marcos 11:15-19; Lucas 19:45-48), y de su arresto, comparecencia ante el concilio y sentencia y de crucifixión y muerte (Mateo 26:36-28:10; Marcos 14:32-16:18; Lucas 22:39-24:49; Juan 18:1-21:14).
La Enseñanza de Cristo
Los cristianos llaman a Jesús el Maestro.  Hasta donde sabemos Jesús no recibió enseñanza formal (Juan 7:15); sin embargo, él enseñaba de un modo tan notable que el pueblo se admiraba de su enseñanza (Juan 7:46).  Jesús frecuentemente enseñaba por parábolas, o historias, que hacian su mensaje muy interesante.  Él usó ilustraciones comunes de la vida del pueblo y las aplicó en su enseñanza.  En contraste con otros maestros que en algun momento fallan en vivir de acuerdo a lo que enseñan (Mateo 23:3), Jesús practicaba perfectamente lo que él enseñaba.  Jesús enseñaba con gran autoridad (Juan 3:34; 7:16; Mateo 7:28,29).  Él no tuvo que apelar a la autoridad humana para probar su punto.  El simplemente declaraba “Yo les digo” (Mateo 5:22,28,32,34,39,44).  Jesús no solamente enseñaba la verdad, él era la verdad (Juan 14:6).  El modo de vida que Jesús nos enseña a vivir es el modo de vida que nos guía a la felicidad (Juan 10:10; Mateo 5:3-12).  Muchos psicólogos han descubierto que lo que ellos enseñan a sus pacientes para ser felices es igual a lo que Jesús enseñó siglos antes.
Algunas de las parábolas de Jesús son muy notables por su tierna belleza y profundídad espiritual.  Lea, por ejemplo, las tres parábolas en Lucas capítulo 15:  la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo pródigo.  El mensaje de estas parábolas es que Dios desea que sus hijos perdidos regresen a su casa y él les dará la bienvenida.  También lea la parábola del buen pastor en Juan capítulo 10.  Algunas de las grandes enseñanzas de Jesús han sido reunidas en largas secciones en el evangelio de Mateo.  Lea las siguientes tres secciones de las enseñazas de Jesús y usted comprenderá porque los cristianos correctamente le llaman el Maestro.
1. El sermón del monte (Mateo 5:1-7:28)
2. La parábola del reino (Mateo 13:1-53)
3. La vida en el reino (Mateo 18:1-35)
La enseñanza ética o moral de Cristo es la más eminente que el mundo jamás ha conocido.  Las normas éticas que Cristo enseñó no son meramente un código de reglas y reglamentos.  Él se dirige directamente al corazón de las cosas, o a la realidad (Mateo 23: 1-28).  El matar es pecado, pero Jesús nos enseña que quitemos el odio y la ira de nuestros corazones porque estas cosas pueden guiarnos al acto de matar (Mateo 5:21-26).  El adulterio es pecado, pero Jesús nos enseña que evitemos el deseo carnal de nuestro corazón (Mateo 5:27-30).  Jesús nos enseña que hagamos buenas obras, pero debemos hacerlas por los motivos adecuados (Mateo 6:1-6, 16-18).  Una obra hecha con motivos egoístas pierde todo el valor de la bondad.  Muchas de las enseñazas de Jesús fueron sobre el “reino de Dios” (Marcos 1:14-15; Mateo 13:1-53).  Muchas veces este término “reino de Dios” se refiere o trata con el reinado o gobierno de Dios.  Cuando Jesús habla de la herencia del reino, él lo dice con referencia a nuestro galardón en el cielo y la vida eterna (Mateo 25: 34).  Al hablar tan a menudo del reino de Dios, Jesús estaba animando al pueblo a que se sometan a Dios como rey y que le obedezcan (Mateo 6:10).  Jesús también enfatiza el arrepentimiento, la humildad y el servicio a otros (Marcos 1:15; 9:35; 10: 15; Lucas 22:25-27).
Jesús también habla mucho del amor como la clave para vivir bien.  Por “amor” Jesús nos da a entender que el amor no es simplemente “sentir bondad hacia otros” o “querer a otros”.  El amor del cual él habló significa buscar lo mejor para otros sin motivos egoístas.  El dijo que hasta tenemos que amar a nuestros enemigos (Mateo 5:43-48).  Cualquiera puede ser bueno con él que es bueno con el, ¿pero en verdad podemos ser buenos con nuestros enemigos?  Jesús enseñó a sus discípulos que se “amen los unos a los otros” (Juan 13:34; cp. Juan 15:10; 1 Juan 5:3; 2 Juan 6).  Él enseñó que el amor es el deber supremo del hombre:  “‘Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente.’  Éste es el primero y el más importante de los mandamientos.  El segundo se parece a éste:  ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo’” (Mateo 22:37-39; cp. Marcos 12:29-31; Lucas 10:27; Deuteronomio 6:5).  Jesús nos dio lo que llamamos la “regla de oro” para vivir:  “Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes” (Mateo 7:12; Lucas 6:31).  Sin duda alguna, Jesús tiene “palabras de vida eterna” (Juan 6:68).
La Impecabilidad de Cristo
La Biblia nos habla de Jesús como “habiendo sido perfeccionado” (Hebreos 5:9).  “Y él no tiene pecado” (1 Juan 3:5).  Como nuestro cordero sacrificatorio Jesús tenía que ser sin mancha alguna (Juan 1:29; Hebreos 9:14).  El apóstol Pedro dijo:  “Él no cometió ningún pecado” (1 Pedro 2:22).  El apóstol Pablo dijo:  “Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecado” (2 Corintios 5:21).  Jesús “ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado” (Hebreos 4:15).  Jesús desafia a sus adversarios diciéndoles:  “¿Quién de ustedes me puede probar que soy culpable de pecado?” (Juan 8:46).  Ciertamente Jesús es el “Santo y Justo” (Hechos 3:14).  Por el lado negativo, Jesucristo nunca hizo pecado porque él no hizo nada malo, y por el lado positivo él era bueno y justo (Hechos 10:38).
La evidencia de su impecabilidad fue muy diversa.  Provino, no sólo de sus amigos favorables, quizás inclinados a exagerar, sino también de gente neutral con referencia a Jesús.  Lo más sorprende de todo es que la evidencia aún provino de quienes no simpatizaban con Jesús y su causa.  Aquí enumeraremos un resumen de la evidencia de la impecabilidad de Jesús:

1. Testigos favorables
A. Pedro - Lucas 5:8; 1 Pedro 1:19; 2:22; 3:18; Juan 6:69; Hechos 3:14
B. Juan - 1 Juan 2:1,29; 3:5,7; Hechos 4:27
C. Pablo - 2 Corintios 5:21
D. El autor de Hebreos - Hebreos 2:10; 4:15; 5:8,9; 7: 26,28; 9:14
E. Esteban - Hechos 7:52
F. Ananías - Hechos 22:14
G. Cristianos primitivos - Hechos 4:30
H. El ángel Gabriel - Lucas 1:35
2. Testigos no favorables
A. Líderes Judíos - Mateo 26:55-59; Marcos 14:48-56; Lucas 22:52,53; Juan 18:20,21
B. Judas - Mateo 27:4
C. Los demonios - Marcos 1:24; Lucas 4:34
3. Testigos neutrales
A. Poncio Pilato - Mateo 27:18,23,24; Marcos 15:14; Lucas 23:4,14,15,22; Juan 18:38; 19:4-6
B. La esposa de Poncio Pilato - Mateo 27:19
C. El malhechor en la cruz - Lucas 23:41
D. El centurión - Lucas 23:37
4. Testimonio de Jesús
A. Juan 8:46; 14:30; 15:25; 18:23
B. Su obediencia perfecta - Juan 4:34; 5:30; 6:38; 7: 18; 8:29,55; 15:10; 17:4; Lucas 22:42; Hebreos 10:5-7

El testimonio de Jesús mismo puede ser el de más valor.  La persona que es justa tiende a ser consciente de las faltas mínimas en su vida y la persona que es mala o injusta tiende a minimizar pecados importantes en su vida.  En el personaje íntimo de Jesús no hay evidencia de que él fuera consciente de algún pecado en su vida.  Para que Jesús dijera que en él no hay pecado, esto hubiera sido una de las afirmaciones más arrogantes jamás hecha por un ser humano, o de lo contrario era la verdad.  Jesús es uno de dos, un lunático mentiroso o el Señor.  Toda la evidencia ya anteriormente tratada tiende a comprobar la afirmación de la impecabilidad de Jesús, por tanto los cristianos creen que Jesús fue perfecto y sin mancha o pecado.  Ahora pues, veremos la tremenda importancia de la impecabilidad de Jesús al examinar su obra como sacrificio de propiciación por nuestros pecados.
La Expiación
“Expiación” se refiere al cubrimiento de nuestros pecados, realizado por la muerte de Jesús en la cruz.  Si usted no ha leído de la terrible muerte y sufrimiento de Jesús en la cruz, por favor, lea estos pasajes en alguno de los evangelios (Mateo 27: 27-52; Marcos 15:16-39; Lucas 23:26-48; Juan 19:16-37).  Dios estaba preparando al ser humano para entender la expiación a través de varios sacrificios que mandó al pueblo judío durante la época de Moisés (Romanos 15:4; 1 Corintios 10:6).  Por ejemplo, cuando la muerte se llevara al primogénito de cada familia de Egipto, el pueblo de Israel fue mandado a sacrificar un cordero sin mancha y poner la sangre en los marcos de sus puertas.  La casa que tenía sangre en sus puertas era salva de la muerte.  Dios nos estaba enseñando simbólicamente, lo que en el futuro nos daría a conocer.  Podemos escapar de la muerte eterna por medio de la sangre de Jesús.
Otra lección en el Antiguo Testamento sobre la expiación es el Día de la Expiación del pueblo Judío.  El pueblo Judío usaba dos machos cabríos; uno era sacrificado y la sangre rociada en el templo.  El sumo sacerdote ponía sus manos sobre el otro cabrío a veces llamado el chivo expiatorio.  El confesaba los pecados del pueblo, simbólicamente transfíriendo los pecados del pueblo al cabrío inocente.  El cabrío era luego soltado en el desierto.  El pueblo así comprendía que sus pecados eran realmente puestos sobre el cabrío y llevados lejos de ellos.  La purificación o el perdón de pecados fue siempre por el sacrificio y derramamiento de sangre.  “De hecho, la ley exige que casi todo sea purificado con sangre, pues sin derramamiento de sangre no hay perdón” (Hebreos 9:22).  Cristo es nuestro sacrificio de expiación y nuestro chivo expiatorio que lleva nuestros pecados y los aleja de nosotros:  “Él mismo, en su cuerpo, llevó al madero nuestros pecados, para que muramos al pecado y vivamos para la justicia.  Por sus heridas ustedes han sido sanados” (1 Pedro 2:24).
Los sacrificios del Antiguo Testamento, que eran casi todos animales, no tenían como objetivo ser una completa solución al problema del pecado del hombre.  Eran puestos temporalmente hasta la venida de Cristo al mundo (Gálatas 3:23-25; 4: 4).  Fueron diseñados para enseñar al ser humano a obedecer y confiar en las promesas de Dios.  Estaban allí para enseñarnos el concepto del sacrificio, de una vida sacrificada en expiación por otra vida.  El autor de la carta a los Hebreos nos dice “ya que es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados” (Hebreos 10:4).  Sin embargo, la sangre y el sacrificio en la cruz de la vida inocente de Jesús sí pudo quitar nuestros pecados.  Cuando Juan el Bautista vió a Jesús él declaró:  “¡Aquí tienen al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (Juan 1:29).  En vez de ofrecer un sacrificio de un animal por los pecados del mundo, Jesús se ofreció a si mismo:  “Ahora, al final de los tiempos, se ha presentado una sola vez y para siempre a fin de acabar con el pecado mediante el sacrificio de sí mismo” (Hebreos 9:26).
Otra de las grandes lecciones en el Antiguo Testamento sobre la expiación esta escrita en Isaías 52:12-53: 12; este pasaje es conocido como uno de los pasajes del Sufrimiento del Siervo.  Este pasaje es aplicado a Jesús en el Nuevo Testamento (Hechos 8:32-35).  En Isaías 53, el que era siervo de Dios era inocente así como Jesús fue sin pecado (Isaías 53: 7,9).  El sufrimiento de este siervo fue completo, como lo fue también el sufrimiento de Jesús (Isaías 53:5,8,12).  El sufrimiento de este siervo no fue un accidente, sino que fue planeado por Dios, como fue también el sufrimiento de Jesús (Isaías 53:6,10; Hechos 2:23; 1 Pedro 1:20).  El sufrimiento de este siervo fue vicario, como fue también el sufrimiento de Jesús (Isaías 53:4-6,12; 2 Corintios 5:21).  Finalmente, el sufrimiento de este siervo fue victorioso como fue también el sufrimiento de Jesús (Isaías 53:11,12; Romanos 8:37; 1 Corintios 15:54-57).  En la muerte de Jesús ganamos la victoria sobre el pecado, la muerte y Satanás (Hebreos 2:14; Colosenses 2: 14,15).
Jesús profetizó su muerte en estas palabras:  “Esto es mi sangre del pacto, que es derramada por muchos para el perdón de pecados” (Mateo 26:28).  Pablo dijo que la muerte de Jesús fue “un sacrificio de expiación” (Romanos 3:25).  Pedro dijo a los cristianos que ellos fueron rescatados por un precio de la esclavitud del pecado, no con oro ni plata sino, “con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defecto” (1 Pedro 1:19).  Jesús nos redimió con su sangre “y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación” (Apocalipsis 5:9; cp. Efesios 1:7; 5:25; Marcos 10:45; Hechos 20:28; 1 Corintios 6: 19,20; 1 Juan 1:7).
La muerte de Jesús fue por toda la humanidad.  Unos enseñan incorrectamente, que Jesús murió solo por los escogidos de Dios para ser salvos.  Ellos dicen que la expiación es limitada, pero la Biblia dice que Jesús murió por todo el mundo (Juan 1:29; 3:16,17; 4:42; 2 Corintios 5:19; 1 Juan 2:2; 4:14).  Jesús murió por “todos” (2 Corintios 5:14; 1 Timoteo 2:6; Hebreos 2:9; Tito 2:11), aún por los pecadores (1 Timoteo 1:15; Romanos 5:6-8) y por los que fueron salvos y ahora se han descarriado (2 Pedro 2:1).  Esto es consistente con el carácter de Dios que quiere que todos se salven (2 Pedro 3:9; 1 Timoteo 2:4).  Aunque Jesús murió por todos, no todos se salvarán.  La expiación está disponible, para todos, pero solo algunos creerán y se salvarán (1 Timoteo 4: 10).
El medio principal por el cual la muerte de Jesús redime nuestros pecados es por sustitución.  Jesús fue sin pecado.  El fue perfecto, sin mancha.  El no mereció la muerte y el sufrimiento.  Aunque no merecía la muerte, él tomó nuestro lugar y llevó nuestros pecados sobre sí mismo.  El murió en nuestro lugar.  El nos restauró en completa comunión con Dios, quitando la separación entre nosotros y Dios, causada por el pecado (Isaías 59:1-2).  Pedro dijo:  “Cristo murió por los pecados una vez por todas, el justo por los injustos, a fin de llevarlos a ustedes a Dios” (1 Pedro 3:18).  Pablo explica la expiación detalladamente:
A la verdad, como éramos incapaces de salvarnos, en el tiempo señalado Cristo murió por los malvados.  Difícilmente habrá quien muera por un justo, aunque tal vez haya quien se atreva a morir por una persona buena.  Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto; en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros.  Y ahora que hemos sido justificados por su sangre, ¡con cuánta más razón, por medio de él, seremos salvados del castigo de Dios!  Porque si, cuando éramos enemigos de Dios, fuimos reconciliados con él mediante la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, habiendo sido reconciliados, seremos salvados por su vida!  (Romanos 5:6-10).
Es por eso que Cristo es la única esperanza de salvación para el ser humano:  “De hecho, en ningún otro hay salvación, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres mediante el cual podamos ser salvos” (Hechos 4:12).  Nadie se puede acercar al Padre sino por él (Juan 14:6).
La paga del pecado es muerte (Romanos 6:23), pero Dios no exije la muerte de un humano inocente, contra la voluntad de esa persona.  Dios no dijo al ser humano:  “Sacrifica un niño por tus pecados”.  En cambio, Dios el Hijo se hizo hombre por medio de la encarnación y el nacimiento virginal de Cristo.  Dios mismo en la forma del Hijo, vivió una vida perfecta y sin pecado.  Dios mismo proporcionó el sacrificio por el pecado.  El amor de Dios se muestra en la muerte de Jesús en la cruz (Juan 3:16; Romanos 5:8; Efesios 5:25).  Es por eso que los cristianos ponían tanto énfasis en predicar sobre la muerte de Jesús en la cruz (1 Corintios 1:23; 2:2; 15:1-4; Gálatas 6: 14).  Como cristianos estamos muy agradecidos a Dios por darnos el gran don, Cristo su hijo.  Somos movidos por el amor de Dios, para que seamos motivados e inspirados a vivir vidas más nobles (Marcos 8: 34-47; 1 Juan 4:19; 2 Corintios 5:14,15; Juan 12:32; 15:13; Filipenses 3: 10; 1 Pedro 2:21; Filipenses 2:5-8; Hebreos 12:1-3).  Como cristianos no nos gloriamos o pensamos que somos una cosa especial, sino que glorificamos a Cristo por lo que ha hecho por nosotros (Gálatas 6: 14; 2 Corintios 4:5).
La Resurrección de Cristo
Después de su muerte en la cruz, Jesús fue sepultado en una tumba con una gran piedra cubriendo la entrada.  Pusieron guardias para asegurar el sepulcro.  Sin embargo, al amanecer del primer día de la semana, Jesús resucitó y dejó la tumba vacía (Mateo 28:1-15; Marcos 16:1-18; Lucas 24: 1-49; Juan 20:1-29; Gálatas 1:1; Efesios 1:20).  La resurrección de Jesús no debe confundirse con las doctrinas sobre la reencarnación y transmigración de almas.  No nacemos o renacemos una y otra vez en varios cuerpos donde vivimos diferentes vidas.  Solamente nacemos y morimos una sola vez (Hebreos 9: 27).  Después, resucitaremos de los muertos para ser juzgados por Dios y recibir nuestro juicio eterno (Juan 5:29).
Son numerosas las razones por las que los cristianos creen en la resurrección de Jesús.  El sepulcro quedó vacio, y el cuerpo no fue simplemente robado (Hechos 2:29; Mateo 28:13).  Además, los testigos que vieron a Jesús vivo después de su resurrección fueron numerosos (Hechos 2: 32; Juan 20:27,28; 1 Corintios 15:4-7).  La transformación tan notable que sucedió en las vidas de muchos se explica mejor por la resurrección de Cristo.  Es por la resurrección de Cristo que muchos creyeron mientras otros obtenían el valor de predicar (Juan 7:5; Hechos 1:14; 4:13-21; 5:42).  La conversión tan notable de Saulo, después conocido como el apóstol Pablo también se explica mejor por la resurrección de Cristo (1 Corintios 15:8-10; Hechos 9:1-22; 22;1-16).
Todos debemos responder en fe a la verdad de la resurrección de Jesús (Juan 20:27; Romanos 10:9-10).  Todos debemos ser bautizados en semejanza a la muerte, sepultura y resurrección de nuestro Señor (Romanos 6:1-6; Colosenses 2: 12; 1 Pedro 3:21).  Debemos ser motivados a adorar a Jesús por su resurrección, ya que esto prueba que él es nuestro Salvador (Mateo 28:9,17; Romanos 1:4; Juan 20:28).  Debemos sentir gran gozo, porque su resurrección nos da esperanza (Mateo 28:8 Juan 20:20; Romanos 6:9).  Su resurrección es la prueba de Dios de que seremos resucitados de los muertos al fin del mundo (Romanos 8:29; 14: 9; 1 Corintios 15:20,23,51-54; Efesios 2:6; Colosenses 1:18; 2 Timoteo 1: 10; Apocalipsis 1:5,17,18).  Sin su resurrección, estamos perdidos en nuestros pecados y todo lo que hagamos en su nombre es en vano (1 Corintios 15:14-19).  Es por medio de la muerte y resurrección de Jesús que Dios nos ha provisto la salvación (Romanos 4:25; 1 Pedro 3:21).  Al “conocer a Cristo, experimentar el poder que se manifestó en su resurrección,” lograremos “alcanzar la resurrección de entre los muertos” y un hogar en el cielo (Filipenses 3:10,11; cp. Juan 14:19; Romanos 8:11; 1 Corintios 6:14; 2 Corintios 4:14; 1 Tesalonicenses 4:14; 1 Pedro 1:3).
La iglesia primitiva predicó mucho sobre la cruz y la resurrección de Cristo (Hechos 2:24,31; 4:2,10; 5:30; 13: 30-33,37; 26:22-23).  En realidad, esto es una parte integral en la misión de la iglesia, es decir, predicar la resurrección de Jesús (Lucas 24:48; Hechos 1:8; 2:32; 3:15; 4:33; 5:32; 10:39-41; 13: 47; 1 Corintios 11:26).
Después de su resurrección, Jesús ascendió al cielo (Lucas 24:50-53; Hechos 1:6-11).  La ascensión fue el fin de las apariciones post-resurrección de Jesús, y fue la ocasión de su exaltación en el cielo por Dios el Padre (Hechos 2:32-36; 7:56; Colosenses 3:1,2; Hebreos 1:3; 8:1).  Pablo después de predicar sobre la muerte de Cristo en la cruz, predicó sobre la exaltación de Cristo:
Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo
y le otorgó el nombre
que está sobre todo nombre,
para que ante el nombre de Jesús
se doble toda rodilla
en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra,
y toda lengua confiese
que Jesucristo es el Señor,
para gloria de Dios Padre (Filipenses 2:9-11).
A causa de su vida perfecta y su muerte sacrificatoria, Dios resucitó a Cristo del sepulcro y le dio toda potestad en el cielo y en la tierra (Mateo 28:18).  Dios hizo a Cristo la cabeza de la iglesia (Efesios 1:20-23; Colosenses 1:16-18; Hechos 4:11; 1 Pedro 2:7; Marcos 12:10).  “Dios lo exaltó como Príncipe y Salvador” (Hechos 5:31).  Esto significa que Jesús está vivo, y está en una posición de autoridad suprema, y es capaz de interceder por nosotros en el cielo ante Dios (Romanos 8:34; Hebreos 1:3; 7:25; 8:11,34; 1 Juan 2:1).  Cristo es el Rey de reyes y Señor de señores (Lucas 1:32,33; Apocalipsis 17:14; 19:16).  Al considerar la posición de Cristo en el cielo a la diestra de Dios, deberíamos obedecer a Dios y buscar las cosas espirituales en vez de las terrenales (Colosenses 3:1,2).
Salvado por Gracia
Ya que merecemos la muerte y el castigo a causa de nuestros pecados, la salvación necesariamente es por la gracia de Dios.  La gracia es definida como “un favor inmerecido.”  Quizás la parábola del hijo pródigo sea la mejor ilustración de la gracia (Lucas 15:11-32).  Este hijo juntó toda su herencia y dejando su hogar se fue lejos a una provincia.  Allí él desperdició su herencia viviendo perdidamente.  Cuando todo lo hubo malgastado y tuvo hambre, decidió volver a su hogar y quizás obtener trabajo como un jornalero en la casa de su padre.  Él no merecía un buen trato de parte de su padre, sin embargo el padre le recibe con gozo y una vez más, le trata como un hijo.
Es imposible ganar o merecer de nuestra salvación.  Es imposible pagar por nuestros pecados; no podemos poner a Dios en una posición de deuda hacia a nosotros.  Sí podemos obrar para Dios y hacer buenas obras, pero ya es nuestra obligación ser buenos, así que no hay ningún mérito especial en esto.  Aunque seamos buenos, somos como el siervo en la parábola de Jesús:  “No hemos hecho más que cumplir con nuestro deber” (Lucas 17:10).  Esto es lo que la Biblia quiere decir cuando dice que no podemos ser salvos por las obras (Gálatas 2:16).  Si la salvación fuese por obras, entonces se nos debería, y ya no sería un don de la gracia de Dios (Romanos 4:1-8).  El apóstol Pablo dice:  “Si es por gracia, ya no es por obras; porque en tal caso la gracia ya no sería gracia” (Romanos 11:5,6; cp. 2 Timoteo 1:9).
Para ser salvos es necesario ser humildes.  Si en alguna manera fuese posible salvarnos por nuestros propios esfuerzos no seríamos humildes, sino arrogantes.  Nos gloriaríamos de nuestras obras para ser salvos.  Es por esta razón que solo podemos ser salvos por la gracia, para que esta jactancia sea eliminada (Romanos 3:27; Efesios 2:8-9).  El apóstol Pablo es un buen ejemplo de uno que tiene razón para gloriarse de la habilidad y éxito humanos (2 Corintios 11:1-12:13).  Pero Pablo dijo:  “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy” (1 Corintios 15:10).  ¿De qué se gloriaba él?  El se gloriaba del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús:  “En cuanto a mí, jamás se me ocurra jactarme de otra cosa sino de la cruz de nuestro Señor Jesucristo” (Gálatas 6:14).  “Si alguien ha de gloriarse, que se gloríe en el Señor” (1 Corintios 1:31; cp. 2 Corintios 10:17).
La salvación es el don gratuito de Dios, ya que es por gracia.  Pablo dijo que somos “por su gracia justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó” (Romanos 3:24).  “Mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Romanos 6:23; cp. 2 Corintios 9:14,15; Apocalipsis 22:17).  ¿Si la salvación nos es dada gratuitamente y si es un don de Dios, ¿quiere decir esto que no tenemos que hacer nada para ser salvos?  Pues claro está que no es así y a lo largo de este libro compartiremos con usted lo que es necesario que usted haga.  Pero por ahora veamos por qué es necesario hacer algo para ser salvos aunque la salvación sea un don gratuito de la gracia de Dios.
Aunque la salvación sea un don, es necesario que la recibamos y la hagamos efectiva en nuestra vida.  Somos salvos por la gracia, pero la gracia es “mediante la fe” (Efesios 2:8).  En las siguientes páginas de este libro veremos que es necesario arrepentirnos y obedecer a Dios si deseamos ser salvos.  ¿Qué es lo que nos salva?  ¿Nuestra fe?  ¿La gracia de Dios?  ¿Nuestra obediencia?  Una simple ilustración nos puede explicar esta aparente contradicción.  Imaginémonos que es el medio día y estás con dos amigos en un cuarto que tiene una ventana.  Usted le pregunta a sus dos amigos ¿por qué hay luz en el cuarto?  Un amigo dice:  “Porque hay una ventana.”  El otro dice:  “Hay luz en el cuarto porque el sol está resplandeciendo.”  ¿Cuál respuesta de los dos amigos es correcta?  Las dos respuestas son correctas.  El sol es el origen de la luz, pero la ventana es un “medio” necesario para que la luz entre al cuarto.  El sol es la causa de la luz, pero la luz entra “a través” de la ventana.
Nuestra salvación es semejante a esto.  Así como el sol es el origen de la luz, lo que en realidad nos salva es Dios, Cristo, el Espíritu Santo, la sangre de Jesús, y la gracia de Dios.  Sin embargo, Dios no impone la salvación en ningún ser humano.  Nosotros debemos proveer el ingrediente necesario a través del cual la gracia de Dios entra en nuestra vida y nos salva.  ¿Cuál es “la ventana” por la cual la salvación llega a nuestras almas?  Es la “fe” (Efesios 2:8; Romanos 5:1,2).  Es también como ya veremos, el arrepentimiento, la obediencia, el bautismo, lo cual investigaremos en más detalle en breve.  No nos ganamos o merecemos nada cuando somos bautizados.  El bautismo es solamente el medio “por” el cual o “a través” del cual Dios nos salva.  El apóstol Pablo dijo:  “Él nos salvó, no por nuestras propias obras de justicia sino por su misericordia.  Nos salvó mediante el lavamiento [bautismo] de la regeneración y de la renovación por el Espíritu Santo” (Tito 3:5; cp. Hechos 2:38; 22:16; 1 Pedro 3:21).
La salvación por gracia no es para que nosotros dejemos nuestros esfuerzos de ser buenos y de vivir vidas santas.  No debemos tomar la gracia de Dios como un hecho.  No debemos suponer que podemos pecar cuanto queramos, y que Dios nos perdonará automáticamente (Romanos 6:1,2; 2 Pedro 2:17-22; Judas 4).  Así, terminamos esta sección sobre la gracia de Dios con la exposición clásica de Pablo sobre esta doctrina:  “Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte” (Efesios 2:8,9).
Fe
Ya que somos salvos “mediante la fe” (Efesios 2:8; Romanos 1:16), es importante comprender este concepto tan importante.  Jesús dijo:  “Pues si no creen que yo soy el que afirmo ser, en sus pecados morirán” (Juan 8:24; cp. Hechos 15:9).  Es necesario creer que Dios existe (Hebreos 11:6).  Es necesario creer que Jesús es el Hijo de Dios (1 Juan 5:1; Romanos 10:9,10).  Tenemos la promesa de que si creemos en Jesús, no nos perderemos sino que tendremos vida eterna (Juan 3:16,18,36; 6:35; 11:26; 20:30,31; Hechos 10:43; 16:31).  Somos justificados por la fe (Romanos 3:24, 28; 5:1; Gálatas 2: 16; 3:24).  Ya que la fe es tan crucial para ser salvos, ¿Qué es la fe?
La fe, o creencia, se inicia con el conocimiento.  Comienza con un consentimiento mental de ciertas verdades.  Pablo preguntó:
Ahora bien, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído?  ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído?  ¿Y cómo oirán si no hay quien les predique?...  Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo (Romanos 10:14-17).
Así que la fe se inicia por el oír de Dios y Jesús y con la aprobación de ciertas verdades en cuanto a ellos.  Pero la fe que nos salva es mucho más que esto.  Esto es solo el comienzo.  Por ejemplo, yo puedo creer que una persona es un doctor, que ella ha recibido su educación en medicina, y que su diagnóstico sobre mi enfermedad es correcto.  Yo puedo creer que la medicina que ella ha recetado sanará mi enfermedad.  Sin embargo, todo esto es en vano, si yo no tengo la suficiente confianza en el doctor como para tomar la medicina.  Así mismo, una fe que solo cree en la existencia de Dios, pero que no confía y obedece a Dios, no es mucha fe.  Comó dijo Santiago:  “También los demonios lo creen, y tiemblan” (Santiago 2:19).  Los demonios creen que Dios existe.  Ellos tienen temor del poder de Dios y tiemblan de miedo, pero no obedecen a Dios y no son salvos.
La fe que nos salva es una fe que tiene confianza en Dios.  Hacer un compromiso y actuar sobre lo que uno cree que es verdad, es la fe que nos salva.  Note cómo esto es modelado por los grandes héroes de la fe en la Biblia (Hebreos 11:1-38).  Si nuestra fe se limita a un consentimiento mental, entonces es una fe muerta y no nos salva (Santiago 2:14-26).  Nuestra fe debe ser una fe activa (Gálatas 5:6).  Algunos pueden decirnos que para ser salvos solo es necesario firmar nuestro nombre en un libro afirmando que creemos que Jesús es el Hijo de Dios.  Sin embargo, creer en Jesús, o tener fe en él, es mucho más que esto.  La fe que salva es cambiar nuestra lealtad, nuestra prioridad, y la dirección de nuestras vidas.  Por tanto es necesario vivir por fe, siguiendo y obedeciendo a Jesús cada día de nuestra vida.  “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rechaza al Hijo no sabrá lo que es esa vida, sino que permanecerá bajo el castigo de Dios” (Juan 3:36).
Arrepentimiento
El arrepentimiento fue una parte clave en la predicación de Jesús sobre el reino de Dios (Mateo 3:2; 4:17; Marcos 1:15; 6:12).  También fue una parte frecuente en la predicación de la iglesia primitiva (Hechos 2:38; 3:19; 26:20).  Antes de ascender al cielo, Jesús dijo:  “En su nombre se predicarán el arrepentimiento y el perdón de pecados a todas las naciones” (Lucas 24:47).  Ya que el pecado es universal, es necesario que el arrepentimiento sea también universal.  Pablo dijo que Dios “ahora manda a todos, en todas partes, que se arrepientan” (Hechos 17:30).  El arrepentimiento es importante porque es una parte esencial de lo que debemos hacer para ser salvos (Hechos 2:28; 3:19; 11:18).  Es por esto que Dios desea que todos se arrepientan, y él en su paciencia nos da muchas oportunidades para hacerlo (2 Pedro 3:9).  Cuando un pecador se arrepiente hay gozo en el cielo (Lucas 15:7,10).
¿Qué es arrepentimiento?  La palabra “arrepentimiento” en el idioma griego (una gran parte del Nuevo Testamento fue escrito en el idioma griego) significa “un cambio de pensamiento, remordimiento, alteración, conversión, el principio de una nueva vida religiosa y moral” (BAGD, 512).  La tristeza por haber pecado contra Dios es parte del arrepentimiento.  Pablo dijo:  “La tristeza que proviene de Dios produce el arrepentimiento que lleva a la salvación, de la cual no hay que arrepentirse” (2 Corintios 7:10), pero algunos se confunden en este punto.  Hay diferentes clases de tristeza.  Muchos se entristecen porque han sido atrapados en el pecado.  Otros se entristecen porque están siendo castigados por sus pecados.  Si nuestra tristeza no va más allá de esto, no nos hemos arrepentido.  Arrepentimiento es estar entristecido lo suficiente como para cambiar nuestra actitud.  Arrepentimiento es estar lo suficientemente entristecidos por nuestros pecados, como para hacer un compromiso de ser mejores (Mateo 21:28-31).  Cambiamos la dirección de nuestras vidas.  Es muy notable en la Biblia la frecuencia con que el ser humano es animado, a obrar de tal manera que otros puedan ver que se ha arrepentido (Mateo 3:8; Lucas 3:8; Hechos 26: 20).  El arrepentimiento es muy fácil de definir, pero no es fácil ponerlo en práctica.  El arrepentimiento es el punto en que dejamos de vivir para nosotros mismos y comenzamos a obedecer a Dios.
Obediencia
Si un hijo le dice a su padre que lo ama, pero le desobedece, su acción es inconsistente con su afirmación de amor (Mateo 21:28-31).  La obediencia a Cristo y a Dios no es opcional.  En el análisis final, la obediencia es indispensable si amamos a Dios y a Cristo.  No hay otra manera para mostrar nuestro amor a Dios, sino por la obediencia:  “En esto consiste el amor a Dios; en que obedezcamos sus mandamientos” (1 Juan 5:3; cp. 1 Juan 2:5; 2 Juan 6).  Jesús dijo:  “Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos” (Juan 14:15; cp. Juan 15:10).  Nuestra alma es purificada por la obediencia a la verdad (1 Pedro 1:22).  La salvación es para los que obedecen (Hebreos 5:9; Hechos 10:34,35).  El juicio de Dios será sobre los que no obedecen el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo (2 Tesalonicenses 1:7-9).
No basta con decir que amamos, creemos y seguimos al Señor.  Jesús dijo:  “No todo el que me dice:  ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo” (Mateo 7:21).  No obstante, si usted considera que la obediencia a Dios es demasiado difícil, no se desanime.  Aunque la obediencia es absolutamente indispensable para ser salvos, no es cosa insuperable para los que en verdad aman y creen en el Señor.  Juan nos dice que “éstos no son difíciles de cumplir” (1 Juan 5:3).  Cuando reconocemos lo que Cristo ha hecho en venir al mundo y morir en la cruz por nosotros, vamos a desear obedecerle y lo haremos con gozo.
Libre Albedrío
La salvación es un don gratuito por la gracia de Dios, pero es condicional.  El evangelio es predicado, pero es necesario que las personas crean.  Dios ofrece el perdón de pecados gratuitamente, pero es necesario arrepentirnos.  Dios es misericordioso, pero es necesario obedecerle.  La salvación ya fue pagada por Cristo con su sacrificio expiatorio, pero es eficaz solamente para los que rinden sus vidas a la voluntad de Dios.  A través de la Biblia, dos opciones se le ofrecen al ser humano, el camino de vida y el camino de muerte (Deuteronomio 30:15; Hechos 2:40).  Somos libres para escoger el camino de nuestra preferencia.  Podemos escoger o rechazar a Jesús (Juan 14:6; Mateo 11: 28-30).  Dios da mucho incentivo para hacer lo bueno.  En contraste, él hace que la vida de pecado sea vana e inútil para motivarnos al arrepentimiento, pero Dios no nos obliga a hacer el bien o el mal.
El hecho de que nos mande que creamos, nos arrepentamos y obedezcamos, implica que somos libres para escoger.  Algunos, enseñan equivocadamente que el ser humano no tiene libertad de voluntad y que todo humano es predestinado para obedecer a Dios o vivir en el pecado y rebeldía.  Otros de igual manera enseñan que Dios predestinó a unos para ser salvos, a otros para condenación, y que no somos libres de escoger nuestro destino.  Si Dios nos va a hacer responsables por nuestros pecados, tiene que ser porque libremente hemos escogido desobedecerle.  La Biblia nos enseña que podemos escoger entre lo bueno y lo malo (Santiago 4:17; Juan 7:17; Hechos 13:46).  Dios nos llama a vivir una vida santa en obediencia a su palabra y así el resultado será nuestra salvación (1 Tesalonicenses 2:12; 1 Timoteo 6:12; Hebreos 9:15; 1 Pedro 2:9), este llamado es ofrecido a todo ser humano por medio de la predicación del evangelio (2 Tesalonicenses 2:14).  Nosotros escogemos responder a este llamado arrepentiéndonos, lo cual es un cambio de mente, voluntad y corazón.
Dios no ha predeterminado si vamos a creer o arrepentirnos.  La Biblia sí nos revela que Dios determinó ciertas cosas desde antes de la fundación del mundo.  Dios escogió, que Cristo descienda al mundo para salvarnos del pecado (Hechos 2:23; 1 Pedro 1:18-20).  La Biblia aún habla de la predestinación, pero esto no es que Dios escoge a unos para salvación y otros para condenación.  No es una predestinación individual, sino una predestinación general de ciertas clases o tipos de individuos.  Dios predestinó que los que crean en Cristo y que vivan cierto tipo de vida serán salvos (Romanos 8:28-30; Efesios 1:4,5,11; 2 Tesalonicenses 2:13; 1 Pedro 1:2-3).
Una ilustración, compara la doctrina de la predestinación con un maestro de educación en la escuela.  Si el maestro decide quién aprueba y quién no sin dar oportunidad al alumno de estudiar o tomar una prueba, esto sería injusto.  Pero si el maestro decide que todo alumno que obtiene de 90-100 obtiene una clasificación de “A”, los que obtienen 80-89 una “B”, etcétera, esto si sería justo.  Así, Dios escogió antes de la fundación del mundo que los que crean en Cristo y vivan vidas santas serían salvos.  Los que rechazan a Cristo y viven vidas en el pecado y rebeldía serán condenados.  Dios nos deja escoger con libre voluntad que tipo de vida vivimos.
Bautismo
El bautismo es muy importante, porque es el punto en nuestra vida donde somos iniciados en la iglesia.  “Bautismo” proviene del griego baptisma y el verbo “bautizar” de la palabra baptidzo.  El bautismo debe ejecutarse por inmersión, sumergiendo completamente al creyente en agua.  La palabra griega para denotar “bautismo” significa “inmersión, hundir, bautizar” (BAGD, 131).  Estas palabras no significan o denotan “rociar” o “hechar,” agua sobre el creyente.  Aún, sin saber el significado de estas palabras en el griego, usted puede conocer que el bautismo debe ejecutarse sumergiendo al creyente en agua.  El simbolismo del bautismo es que morimos a la vieja manera de vivir habiéndonos arrepentido del pecado.  Al ser sumergidos en las aguas del bautismo, la vieja vida queda en el pasado.  Al ascender de las aguas del bautismo somos resucitados a una nueva forma de vida.  Ahora debemos seguir a Cristo como cristianos y vivir en santidad (Romanos 6:3-6; Colosenses 2:12).
Sabemos que el bautismo fue realizado por inmersión en agua en el primer siglo, porque la gente venía a lugares donde había mucha agua (Juan 3:23; Marcos 1:4,5; Hechos 8: 36).  Si el bautismo hubiera sido realizado por rociamiento, el que lo ejecutaba hubiera suplido el agua y no hubiera sido necesario ir a donde había mucha agua para bautizar a la gente.  Quizás surja esta pregunta:  ¿Qué diferencia puede hacer un poco de agua?  Sin embargo, el punto aquí no es la cantidad de agua, sino que, debemos obedecer a Dios que nos mandó que seamos sumergidos en agua.  Además, la inmersión es consistente con el simbolismo que hemos muerto a la vieja manera de vivir, somos sepultados, y resucitamos a una nueva vida.
¿Quién debe ser bautizado?  El bautismo es para los que han creído y se han arrepentido de sus pecados (Marcos 16:16; Hechos 2:38).  El bautismo es para los que han escogido con libre voluntad ser cristianos y después seguir y servir a Cristo.  El Nuevo Testamento no menciona el bautismo de niños como tal.  Ellos son menores de edad y no pueden entender, mucho menos discernir todas las cosas que ya hemos discutido hasta aquí.  Así que, bautizar a un niño como muchas iglesias equivocadamente lo hacen, quizás sea una ceremonia sentimental que la tradición de hombres ha creado, pero ni Jesús ni los apóstoles lo mandaron.  Un niño no tiene pecado y por tanto es inocente ante Dios (Mateo 18:2-4; 19:13-15; Romanos 9:11; 1 Corintios 14:20; Deuteronomio 1:39).  Los niños que mueren van al cielo.
Algunos creen que Efesios 2:3 y Salmos 51:5 son prueba de que los niños son pecadores desde su nacimiento y deben ser bautizados para quitar la culpa del pecado original heredado de Adán.  Pero cuando Pablo escribió que los cristianos efesios habían sido “por naturaleza objeto [hijos] de la ira de Dios” (Efesios 2:3), no está hablando de cuando eran niños.  “Hijos de” simplemente significa que poseemos ciertas cualidades (Marcos 3: 17; Juan 12:36; Hechos 4:36; 1 Tesalonicenses 5:5; Efesios 2:2; 5:6, 8).  En Efesios Pablo está hablando de cuando los Efesios cristianos eran ya adultos y no de cuando eran niños.  Ellos vivían en pecado, así pues, estaban bajo la ira de Dios.  La frase “por naturaleza” no significa “por nacimiento” (Gálatas 2:15; Romanos 11:21, 24), sino que significa una condición adquirida que se ha hecho cosa natural en el hombre (1 Corintios 11:14; Romanos 2:14).  Los Efesios habían adoptado un estilo de vida pecaminoso.  Vivir vidas pecaminosas llegó a ser cosa natural para ellos, sin embargo, esto fue algo que ellos escogieron por su propia voluntad y no una condición depravada en que ellos habían nacido.  Además, Salmos 51:5, solo nos enseña que David viviendo en un mundo lleno de pecado, fue muy sensible al pecado desde una edad muy temprana (cp. Isaías 48:8; 1 Samuel 20:30).
Una de las razones primordiales por cual los adultos son bautizados es para recibir el perdón de pecados.  Un niño no tiene necesidad de esto.  El acto del bautismo en sí mismo no tiene la habilidad de salvarnos.  Es un espíritu de confianza y obediencia en el que es bautizado lo que es importante (1 Pedro 3:21).  Bautizar un niño, que no tiene idea de lo que está haciendo, es inútil.  Solo le causará confusión cuando sea adulto.  Así que, el bautismo es para los que tienen la edad suficiente para creer, confesar su fe en Cristo, arrepentirse de sus pecados, y tener la habilidad para tomar la decisión de seguir a Cristo (Hechos 8:12, 36; 16:33; 18:8).
¿Por qué es necesario ser bautizado?  Es necesario para que obedezcamos a Dios y a Cristo (Mateo 28:18,19), para recibir el perdón de nuestros pecados (Hechos 2:38), para lavar nuestros pecados (Hechos 22:16; Hebreos 10:22), para recibir el don del Espíritu Santo (Hechos 2:38; 5:32; Romanos 8:15; 2 Corintios 1:22; 5: 5; Gálatas 4:6 Efesios 1:13,14), para ser salvos (Marcos 16:15,16; 1 Pedro 3:21), para unirnos con Cristo (Romanos 6:3-6), para ser revestidos de Cristo (Gálatas 3:26-27), para ser añadidos a la iglesia de Cristo o sea al cuerpo de Cristo (Efesios 1:22-23; Hechos 2:41-47), para ser santificados (Efesios 5:25-27), y para nacer de nuevo y ser renovados por el Espíritu Santo (Jn, 3:5; Tito 3:5).
El acto del bautismo, aparte de la fe y el arrepentimiento, no nos salva.  Las acciones externas solamente no pueden limpiar a la alma ni el espíritu de una persona (1 Pedro 3: 21, Juan 3:3-8).  La razón por la cual el bautismo es eficaz es porque ponemos nuestra fe en acción, confiando en Dios, invocando su nombre (Hechos 22:16; Romanos 10:13), y apelamos ante Dios por una buena conciencia (1 Pedro 3:21).  Por parte de Dios, el bautismo es eficaz porque nos concede el beneficio del sacrificio expiatorio de Jesús al ser bautizados (Romanos 6:3-6).  En el bautismo recibimos la esperanza de la resurrección basada en la resurrección (1 Pedro 3:21).  Através de la historia del cristianismo el bautismo ha sido reconocido por cristianos fieles como la demarcación que separa a los cristianos de los no-cristianos, miembros de la iglesia de los no-miembros, y los salvos de los no-salvos.
Antes de ser bautizado quizás usted pueda tener una medida de fe en Cristo y le sigue hasta cierto punto, pero no ha sido unido con él (Romanos 6:3-6; Gálatas 3:27).  El bautismo es semejante a una ceremonia matrimonial.  Es donde usted hace su confesión de fe en Cristo y promete serle fiel (1 Timoteo 6: 12-13; 1 Juan 4:2-3, 15; Mateo 10:32-33; Lucas 12:8-9; Romanos 10:9-10).  Antes de ser bautizado usted estaba apartado de Cristo, y no hay esperanza aparte de Cristo (Efesios 2:12).  Sin embargo, en Cristo usted tiene “toda bendición espiritual” (Efesios 1:3), la salvación (2 Timoteo 2:10) y el perdón de pecados (Efesios 1: 7; Colosenses 1:14).  En el bautismo Dios nos transfiere de estar sin Cristo a estar en Cristo.  Es allí donde nos pone Dios “en” Cristo (Romanos 6:3; Gálatas 3:27).
El bautismo es solo para quienes creen en Cristo (Marcos 16:16), que se han arrepentido (Hechos 2:38) y se han comprometido a vivir como cristianos (1 Pedro 3:21).  Si usted cree en Cristo como el Hijo de Dios, usted debe ser bautizado para estar en Cristo y así convertirse en un cristiano y miembro de su iglesia ¿Cómo puede hacer usted esto?  Usted busque una iglesia o un predicador que practique el bautismo por inmersión y solicite ser bautizado.  Si le piden a usted que esté de acuerdo con algo más que la Biblia, déjelos y busque otra iglesia.  Si un predicador trata  de decirle que el bautismo es una ceremonia simbólica y que no tiene nada que ver con su salvación, no le crea.  Dedíquese al estudio de la Biblia sobre el bautismo y afirme su creencia en lo que ella dice sobre el bautismo (Hechos 2:38; 22:16; Marcos 16:16; 1 Pedro 3:21).  Si usted no puede encontrar a nadie que lo bautice según la verdad, usted puede pedirle a un amigo o pariente que lo haga.
La Biblia no nos dice exactamente como llevar a cabo o que palabras decir en el bautismo, pero lo siguiente sería apropiado, reverente y agradable a Dios.  Primero haga una oración, confesando a Dios que usted es un pecador, pidiendo en esa oración que Dios lo acepte como un cristiano, confesando que usted cree en Cristo como el Hijo de Dios, y prometiendo seguir la verdad de Dios por el resto de su vida.  Usted y la persona que le va a bautizar pueden descender al agua, ya sea un río, piscina o cualquier lugar con suficiente agua para sumergirse completamente bajo agua.  La persona que le va a bautizar puede decir esto:  “porque has confesado que crees que Cristo es el Hijo de Dios, yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo para perdón de tus pecados” (Mateo 28:19; Hechos 2:38).  El bautizador debe sumergirle por completa bajo el agua momentáneamente.  Cuando ascienda del agua sería apropiado una vez más orar a Dios y darle gracias por Jesús nuestro salvador, y porque le ha perdonado sus pecados, pidiéndole que le siga ayudando a madurar en su vida cristiana.
Ya que usted ha sido bautizado, usted es como un niño recién nacido o sea ya es un hijo de Dios (1 Pedro 2:2).  El Espíritu Santo ya está en usted para hacerlo santo o sea para santificarlo (1 Corintios 6:11; Efesios 5:25-27; 1 Corintios 3: 16-17; 6:19-20).  Ahora sí, usted es un miembro de la iglesia por la cual Jesús murió en la cruz (Mateo 16:18; Hechos 20: 28).  Su nombre está escrito en el libro de la vida, o sea, el libro donde están escritos los nombres de los salvos (Apocalipsis 20: 15).  Sus pecados ya han sido lavados (Hechos 22:16).  Todo lo que ya hemos mencionado, no quiere decir que usted nunca más va a pecar (Romanos 7:15-25).  La tentación es parte de la lucha del cristiano.  Pero ahora que usted es un cristiano no es necesario bautizarse una y otra vez cada que usted comete un pecado.  Cuando cometa un pecado, arrepiéntase de ese pecado y ore a Dios para que lo perdone (1 Juan 1:6-10).  También, es necesario, buscar una iglesia que crea en la Biblia, para que usted adore a Dios con otros cristianos y así sea estimulado por ellos a vivir en Cristo.  Ya que usted ahora es un cristiano, debe portarse como un cristiano, lo cual es el tema que trataremos en las próximas secciones.
La Vida Cristiana
Una vez que usted se ha hecho cristiano, usted debe continuar viviendo una vida fiel y agradable a Dios.  Si usted se aparta de Cristo y otra vez vive una vida impía, o sea una vida de pecado, usted puede perder su salvación.  Algunos, enseñan equivocadamente que una vez que usted es salvo, usted siempre es salvo y que no importa lo que usted obre en el futuro.  Sin embargo, está enseñaza es contraria a lo que está escrito en la Biblia (1 Corintios 9:27; 10:5-12; Gálatas 5:1-4; 1 Timoteo 4:1, 16; 2 Timoteo 4:10; Hebreos 3:12; 6:4-8; Santiago 5:19,20; 2 Pedro 2:20-22; Apocalipsis 2:4,5; Lucas 8:11-15; Juan 15:1-14).  Si ya siendo salvo es imposible perder nuestra salvación, entonces habría menos motivación para vivir piadosamente.  La gracia de Dios no apareció solo para salvarnos, sino también para cambiar nuestras vidas para mejor.  Pablo dijo:  “En verdad, Dios ha manifestado a toda la humanidad su gracia, la cual trae salvación y nos enseña a rechazar la impiedad y las pasiones mundanas.  Así podremos vivir en este mundo con justicia, piedad y dominio propio” (Tito 2:11,12).
Así que, ya siendo cristianos.  ¿Cómo debemos vivir?  Se dicía de los cristianos del primer siglo que ellos andaban en “el Camino” (Hechos 9:2; 19:9,23; 22:4; 24:14,22).  La palabra “Camino” es metafóricamente “la manera de vivir, la manera de actuar, la manera de conducirse” (BAGD, 553-554).  Jesús dijo que él era “el camino” (Juan 14: 6), o sea el medio para ir al cielo.  La forma en que seguimos “el camino” es imitando a Jesús en nuestras vidas.  Desde muy temprano en las enseñanzas cristianas, se habla de dos caminos.  Hay un camino en el cual debemos vivir y otro en el cual no debemos vivir.  Está el camino recto o justo y el malo o injusto, el camino virtuoso y el del vicio, el que nos conduce a la vida eterna y el que nos conduce a la muerte, el del Espíritu y el de la carne o sea del hombre.  La vida cristiana es “el camino de la justicia” (2 Pedro 2:21; cp. Mateo 7:13,14; Lucas 13:23,24).
Si la vida cristiana es como un “camino” entonces vivir cristianamente es “andar” en el camino, y así la Biblia frecuentemente usa la palabra “andar” para describir la vida cristiana (BAGD, 649).  El apóstol Juan hace un buen resumen de esto:  “De este modo sabemos que estamos unidos a él:  el que afirma que permanece en él, debe vivir como él vivió” (1 Juan 2:5b-6).  En el aspecto pasivo no debemos andar según la carne, en pecado, o en las tinieblas (Romanos 8:4; Efesios 2:1-2; 4:17; Colosenses 3:5-7; 2 Tesalonicenses 3:6,11; 1 Juan 1:6; 2:11).  En el aspecto activo debemos andar según el Espíritu, en la luz, o en la verdad (Romanos 8:4; 2 Corintios 5:7; Gálatas 5:16; Efesios 2: 10; 4:1; 5:2,8,15; Colosenses 1:10; 2:6; 4:5; 1 Tesalonicenses 2:12; 1 Juan 1:7; 2 Juan 4,6; 3 Juan 3,4).
El término griego similar a esto es la palabra para describir el “camino de vida, la manera de conducirse, y la manera de comportarse” (BAGD, 61).  Los cristianos deben abandonar la pasada manera de vivir o sea la vida de pecado (Efesios 4:22).  y vivir vidas justas en Cristo Jesús (1 Timoteo 4:12; Santiago 3:13; 1 Pedro 1:15; 2:12; 3:1-2, 16; 2 Pedro 3:11).  Pablo dijo a la iglesia en Efeso:  “Con respecto a la vida que antes llevaban, se les enseñó que debían quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos engañosos” (Efesios 4:22; cp. Colosenses 3:5-9).  En cambio, “Ponerse el ropaje de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad” (Efesios 4:24; cp. Colosenses 3:10).  Es obviamente claro que como cristianos debemos perseguir un estilo de vida definido.
¿Cómo definimos el camino de vida del cristiano?  El criterio no es un conjunto de reglas como los diez mandamientos del Antiguo Testamento.  Las reglas solo sirven para dirigirnos a una autoridad superior que da validez a las reglas.  Aunque hay muchos mandamientos específicos sobre lo que podemos hacer o no hacer como cristianos, el ejemplo verdadero es Dios mismo.  La razón por la cual cierta conducta es buena es porque está de acuerdo con la manera que Dios actúa.  La razón por la cual cierta conducta no es buena es simplemente porque Dios no actuaría de esa manera.  Pablo dijo que como cristianos nuestra “nueva naturaleza” debe ser “creada a imagen de Dios” o “a imagen de su Creador” (Efesios 4:24; Colosenses 3:10).  Pablo nos dice que debemos “imitar a Dios” (Efesios 5: 1).  Jesús también dijo que Dios es nuestro ejemplo:  “Por tanto, sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto” (Mateo 5:48).  “Sean compasivos, así como su Padre es compasivo” (Lucas 6:36).  Pedro también dijo:  “Sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; pues está escrito:  ‘Sean santos, porque yo soy santo’” (1 Pedro 1:15-16).  Cristo también es un ejemplo perfecto para nosotros (Filipenses 2:5; 1 Pedro 2:21-24; 1 Corintios 11:1).  Siendo que Dios mismo es nuestro ejemplo, nuestra meta de imitar a Dios es una meta muy alta.  Aunque nunca ejecutemos esto a la perfección, viviremos mejor tratando de ser tan perfectos y santos como Dios.  Debemos ser estimulados por el ejemplo de Dios para progresar moral y espiritualmente en santidad y, ya que la perfección por el esfuerzo humano es imposible, debemos depender más y más en la gracia y el amor sustentador de Dios.
Una palabra griega muy interesante que se usa en el Nuevo Testamento es traducida “digno”.  Esta palabra significa “corresponder, comparable o semejante” (BAGD, 78).  En muchos pasajes del Nuevo Testamento se nos anima a vivir vidas “dignas” de algo más.  Esto significa que nuestras vidas deben corresponder a, ser comparable, o igual a algo más.  Debemos vivir de “una manera digna del evangelio de Cristo” (Filipenses 1: 27), “digna de Dios” (1 Tesalonicenses 2:12), y “digna del Señor, agradándole en todo” (Colosenses 1:10).  Debemos vivir de “una manera digna del llamamiento que han recibido” (Efesios 4:1).  ¿Qué es nuestro llamado?  “Dios no nos llamó a la impureza sino a la santidad” (1 Tesalonicenses 4:7; cp. 1 Timoteo 4:9; Efesios 1:4).  Dios nos “llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9).  Dios nos llama “hijos de Dios” (1 Juan 3:1).  Dios nos ha “llamado a ser santos” (Romanos 1:7; 1 Corintios 1:2).  Los santos no son unas pocas personas buenas que el Papa ha canonizado.  Todo cristiano es un santo.  La palabra “santo” significa “el santo o el sagrado,” y somos santificados, es decir somos hechos santos por el bautismo (1 Corintios 6:11; Efesios 5:25-27).  Dios nos ha llamado a ser santos por lo tanto debemos comportarnos como santos.
El corazón de la vida cristiana es el amor (1 Corintios 13:1-3, 13).  Pablo dijo:  “No tengan deudas pendientes con nadie, a no ser la de amarse unos a otros.  De hecho, quien ama al prójimo ha cumplido la ley” (Romanos 13:8).  “En efecto, toda la ley se resume en un solo mandamiento:  ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo’” (Gálatas 5:14; cp. Santiago 2:8; Mateo 22:36-40).  Pablo nos da una descripción bien detallada de cómo una persona que ama debe comportarse (1 Corintios 13:4-7).  Cristo mismo es nuestro ejemplo de cómo debemos amar (Efesios 5:2,25; 1 Juan 3:23).  Debemos amar tal como él nos ha amado (Juan 13:34; 15:9-12).  Una razón por la cual el amor es muy importante en la vida del cristiano es porque nuestro comportamiento exterior es la base de lo que somos interiormente (Mateo 12:33-35; 15:18,19; 23:25,26; Lucas 6:43,44).  Para ser genuinos o verdaderamente buenos, debemos cambiar nuestro corazón y actitud (Romanos 12:1,2; Salmos 51:10; 119:36; 2 Corintios 10:5; Efesios 4:22,23).  Nuestra personalidad interior debe ser pura y amable, para que nuestro comportamiento exterior sea bueno.  En nuestro esfuerzo de vivir cristianamente debemos evitar tanto las obras externas pecaminosas como los pecados internos de un corazón malvado.
Hay muchas otras cualidades o virtudes positivas que son parte de la vida cristiana, como humildad, generosidad, paciencia, hacer el bien a otros, devoción a Dios, compasión, y una actitud de perdón (Efesios 4:32).  Haga una lista de cualidades buenas que usted debe esforzarse por lograr en su vida cristiana a partir de estos pasajes de la Biblia:  Mateo 5:3-9; Gálatas 5:22,23; Colosenses 3:12-17; 1 Timoteo 6:11; Santiago 3:13,17,18; 2 Pedro 1:5-7.  Cuando ya recopile en su lista todas las cualidades buenas, contrástelas con los vicios y malas cualidades que usted debe evitar que se mencionan en estos pasajes:  Romanos 1:29-31; 1 Corintios 6: 9,10; Gálatas 5:19-21; Colosenses 3:5-10; 1 Timoteo 1:9-11; 2 Timoteo 3:2-5; Santiago 3:14-16; 1 Pedro 2:1,2.
La mejor manera de aprender más sobre la vida cristiana es leyendo las grandes secciones en el Nuevo Testamento que hablan sobre este tema.  Muchas de estas secciones componen aproximadamente la segunda mitad de un libro del Nuevo Testamento.  La primera mitad es enseñanza o doctrina que explica la base religiosa de por qué debemos vivir de tal manera.  La segunda mitad del libro nos dice cómo la fe cristiana es puesta en práctica en nuestras vidas (Tito 2:1).  Estudie las siguientes secciones de la Biblia sobre cómo vivir la vida cristiana.  La Biblia nos enseña sobre muchas cosas, como la familia, negocios, nuestra relación con el gobierno, integridad personal, moralidad sexual, y muchas otras cosas (Mateo 5:1-7:28; 18:1-35; Romanos 12:1-14; Efesios 4: 17-6:20; Colosenses 3:1-4:6; 1 Tesalonicenses 4:1-12; Tito 2:1-11; Hebreos 12:1-13:19; Santiago 1:2-5:20; 1 Pedro 2:11-5:11).  Ejercítate como un cristiano en “la piedad” (1 Timoteo 4:7).  “Segue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la constancia y la humildad” (1 Timoteo 6:11).
La Iglesia
El significado de la palabra “iglesia” en el griego es “asamblea, reunión, junta, congregación, o iglesia” (BAGD, 240-41).  Cuando usted se imagine la iglesia, no la confunda con el edificio.  La iglesia puede poseer un edificio u otra propiedad, pero la iglesia se compone de gente que Cristo ha salvado.  Cuando usted se imagine la iglesia, no la confunda con su organización, jerarquía, obispos, o estructura denominacional.  Reiteramos, la iglesia se refiere a gente que ha sido salvada, y no de una organización o institución.  Aún antes que el Nuevo Testamento fuera escrito, como dos siglos antes que Cristo naciera, los Judíos ya habían traducido el Antiguo Testamento al griego.  Ellos usaban el término “iglesia” frecuentemente en el Antiguo Testamento griego, y allí se usa con referencia al pueblo de Dios, los Judíos.  Igualmente, en el Nuevo Testamento la iglesia es el pueblo de Dios.
La palabra “iglesia” se usa también con referencia a la iglesia universal que se compone de todos los cristianos del mundo.  Este es el significado de lo que Cristo dijo:  “edificaré mi iglesia” (Mateo 16:18).  También “iglesia” se usa con referencia a una congregación local como por ejemplo la iglesia en Corinto (1 Corintios 1:2).  “Iglesia” se usa con referencia a cristianos reunidos para adorar a Dios (1 Corintios 11:18; 14:19).  La iglesia misma es nombrada con muchos otros términos descriptivos en la Biblia.  En el Nuevo Testamento no hay un solo nombre para la iglesia.  El nombre de una congregación puede ayudarnos a localizar esa congregación incluyendo el nombre de la ciudad, o la calle, o alguna otra ubicación.  Este método es usado en el Nuevo Testamento, por ejemplo cuando se hace referencia a “la iglesia en Jerusalén” u otras ciudades (Hechos 8:1; 11:22; cp. Romanos 16:1; 1 Corintios 1:2; 2 Corintios 1:1; 1 Tesalonicenses 1:1; 2 Tesalonicenses 1:1), o “las iglesias de Galacia” (Gálatas 1:2; cp. Gálatas 1:22; 1 Tesalonicenses 2:14; 1 Corintios 16:1, 19; Apocalipsis 1:4).  La ubicación se hace aún más específica en el caso de “la iglesia” que se reúne en la casa de alguien (Romanos 16:5; 1 Corintios 16:19; Filemón 2).
Otro principio muy evidente en el Nuevo Testamento es la designación de la iglesia que da la gloria a Dios o a Cristo, y no a un ser humano como Pablo, Pedro, Maria o Juan (1 Corintios 1:10-17).  Así la iglesia es conocida como “la casa de Dios” (1 Timoteo 3:15), “la iglesia de Dios” (1 Corintios 1:2; 10:32; 11:16,22; 15:9; 2 Corintios 1:1; Gálatas 1: 13; 1 Tesalonicenses 2:14; 2 Tesalonicenses 1:4; 1 Timoteo 3:5; Hechos 20: 28), “la iglesia del Dios viviente” (1 Timoteo 3:15), “la iglesia del Señor” (Hechos 20:28; nota), “las iglesias de Cristo” (Romanos 16:16), o “la iglesia...en Dios el Padre y en el Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses 1:1).  En lugar de usar un nombre que resalta una doctrina específica o un ser humano, sería mejor usar un nombre que da gloria y loor a Dios y Cristo.  Después de todo, la iglesia les pertenece a ellos.
La naturaleza de la iglesia es ilustrada en muchas metáforas usadas para describirla.  La iglesia es comparada con un edificio o casa (1 Corintios 3:9; Hebreos 3:6; 1 Timoteo 3:15).  La iglesia es “templo de Dios,” porque Dios mora en nosotros individualmente y colectivamente (1 Corintios 3:16,17; 6:19,20).  Este templo no está hecho de piedra o ladrillo, sino de seres humanos que son “piedras vivas” (1 Pedro 2:5).  La iglesia es el “cuerpo de Cristo” y Cristo es la “cabeza del cuerpo” (Efesios 1:22,23; 4:4,15,16; Colosenses 1:18,24).  Para cambiar ligeramente la metáfora, la iglesia es un cuerpo y nosotros como miembros de ese cuerpo tenemos diferentes talentos siendo mutuamente dependientes unos de otros (Romanos 12:4-8; 1 Corintios 12: 14-26).  Las metáforas del cuerpo, la casa o familia de Dios resaltan nuestra confraternidad o compañerismo (Mateo 12:49,50; Efesios 2:19; 2 Corintios 6:18; 1 Timoteo 5:1,2).  Los cristianos comparten en el gozo y tristeza de sus hermanos en Cristo (Romanos 12:15; 1 Corintios 12:26; Gálatas 6:2, 10).  La iglesia es una confraternidad en muchas maneras (Hechos 2:42; 1 Corintios 1:9; Gálatas 2:9; Efesios 3:9; Filipenses 3:10; 1 Juan 1:3,6,7).  La iglesia es la esposa de Cristo, así que debemos ser puros, sin mancha y santos para que algún día vivamos en el cielo con Cristo (Efesios 5:22-32; 2 Corintios 11:2).  El apóstol Pedro describe a la iglesia en una manera muy hermosa usando imágenes del Antiguo Testamento (1 Pedro 2:9,10):
Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable.   Ustedes antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios; antes no habían recibido misericordia, pero ahora ya la han recibido.
La organización de la iglesia es muy simple.  Cristo está a la cabeza.  Esto es evidente por las diversas metáforas que se usan para describir su relación con la iglesia.  El es “el Pastor supremo” (1 Pedro 5:4), él es la “cabeza” (Efesios 1:22-23; 4:4, 15-16; Colosenses 1:18, 24), él es “la piedra angular” (Efesios 2:20), y él es el “fundamento” (1 Corintios 3:11).  Las congregaciones locales de la iglesia en la época del Nuevo Testamento eran supervisadas por ancianos llamados también obispos y pastores (1 Timoteo 3:1-7; Tito 1:5-9; 1 Pedro 5: 1-4; Filipenses 1:1; Hechos 20:28; Efesios 4:11; 1 Tesalonicenses 5:12; Hebreos 13:17).  Los ancianos estaban al cuidado de la congregación de la cual ellos eran miembros.  No habían ancianos u obispos gobernando sobre varias congregaciones.  Las congregaciones estaban sujetas en obediencia a Cristo y los apóstoles, y ninguna congregación gobernaba sobre otra congregación.  Los ancianos eran asistidos en su obra por hombres que eran nombrados como diáconos o siervos de la iglesia (1 Timoteo 3:8-13; Filipenses 1:1).  Además, el deseo de Cristo era que su iglesia fuera unida.  La unidad es la meta deseable para la iglesia, porque en la unidad hay honra al Señor y eficiencia en nuestra obra (Juan 13:34; 17:20-21; Romanos 12:16; 15:5; 1 Corintios 1:10; 3:3; 2 Corintios 13:11; Efesios 4:3; Filipenses 2:2).
¿Cómo puede hacerse miembro de la iglesia?  Si usted es un creyente bautizado para el perdón de sus pecados en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, usted vino a ser un miembro de la iglesia cuando fue bautizado “en Cristo”.  Ya que la iglesia es el “cuerpo de Cristo,” usted ya está en la iglesia porque usted está en Cristo (Gálatas 3:27; Romanos 6:3).  Aún así, usted debe unirse a una congregación de creyentes fieles al Señor.  Usted necesita el estímulo y el amparo mutuo de otros cristianos (Hebreos 3:13; 10:24-25).  Es muy difícil vivir el cristianismo solitariamente.  Esta es una de las razones por la cual Cristo vino, no solo para salvar al ser humano individualmente sino también para edificar su iglesia.
Es necesario notar algunos errores sobre la doctrina de la iglesia.  Aunque el apóstol Pedro ayudó y fue un instrumento importante en el establecimiento de la iglesia después de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, a él nunca se le dio el gobierno sobre la iglesia.  Pedro predicó el evangelio y convirtió a mucha gente al Señor (Hechos 2:14-47; 10:1-48).  También escribió dos epístolas del Nuevo Testamento y fue pastor de muchos cristianos del primer siglo (1 Pedro 5:1; Juan 21:15-17).  Sin embargo, cualquier derecho y privilegio dado a él (Mateo 16:17-19) fue también dado a los otros apóstoles (Mateo 18:1,18; Juan 20:23).  Pedro y los otros apóstoles fueron parte del fundamento de la iglesia en el sentido de que ellos fueron los primeros predicadores y testigos de la resurrección del Señor Jesucristo (Efesios 2:20; 1 Corintios 12:28; Apocalipsis 21:14), pero la iglesia fue edificada principalmente sobre Cristo (Efesios 2:20; 1 Pedro 2:6-8).  Pablo dijo:  “Porque nadie puede poner un fundamento diferente del que ya está puesto, que es Jesucristo” (1 Corintios 3:11).  Nada está escrito en el Nuevo Testamento de que Pedro es el gobernante de la iglesia como Papa, de igual manera que nada está escrito de sucesores de Pedro a ninguna posición gobernante.  Pedro mismo rehusó la adoración hacia él (Hechos 10:25,26) y en ocasiones fue corregido del error por otros (Gálatas 2:11-14).  El no tuvo la autoridad en él mismo para solucionar contiendas entre hermanos (Hechos 15:1-30).  Por lo tanto, la veneración, exaltación y poder atribuido a Pedro y a sus supuestos sucesores como Papas en Roma por el Catolicismo Romano son un insulto a la posición que debe ser de Cristo en la iglesia.
La iglesia está compuesta de un sacerdocio de todos los creyentes (1 Pedro 2:9; Apocalipsis 1:6; 5:10).  Todo cristiano puede acercarse al trono de Dios Padre en oración y adoración (Hebreos 10:19-22; Romanos 5:1,2; Efesios 2:18; 3:12; 1 Juan 2:1-2) por la mediación de Jesucristo nuestro sumo sacerdote (1 Timoteo 2:5; Hebreos 2:14-18; 4:14-5:10; 7:1-10:39).  Para el cristiano no es necesario acercarse a Dios, a través de un mediador o sacerdote humano para recibir el perdón y la salvación de Dios.  Tampoco es necesario ir a un sacerdote humano para confesar nuestros pecados.  La confesión de pecados puede hacerse a cualquier cristiano y, más importante, la confesión de pecados puede ser hecha a Dios en la oración (Santiago 5:16; 1 Juan 1:9).  Además, ningún ser humano, inclusive un sacerdote Católico Romano tiene el poder o derecho para absolver o perdonar el pecado de otro ser humano.  Ningún ser humano puede ponerse en la posición de Dios con el poder de salvar o condenar en su mano.  Como seres humanos tenemos el poder de enseñar o retener la verdad, lo cual puede afectar la salvación de otros (Hechos 13: 38,39; Mateo 18:5,6,18; 23:13; Lucas 11:52), pero Dios es el juez absoluto que perdona o condena.
Otro error que muchos religiosos pratican es la veneración y adoración a Maria, la madre de Jesús.  Maria fue una mujer Judía muy buena, que fue escogida “entre las mujeres” para ser la madre de Jesucristo (Lucas 1:39-43).  Pero la Biblia nos dice poco de la vida de Maria.  En la crucifixión y muerte de Jesús ella fue puesta al cuidado del apóstol Juan por el mismo Jesús (Juan 19:25-27).  Maria y sus otros hijos fueron creyentes en Jesús (Hechos 1:14).  En la Biblia no hay ninguna oración dirijida a ella.  Tampoco está escrito que ella tuviera algún poder milagroso.  Ella no permaneció en un estado virginal después del nacimiento de Jesús (Mateo 1: 24-25; 13:54-56; Marcos 6:3; Lucas 2:7).  Ella fue un buen ejemplo de humildad y sumisión a Dios (Lucas 1:38), pero no era de naturaleza divina.  Ella no es salvadora ni mediadora, y no debemos dirigir nuestras oraciones a ella.  La posición que el Catolicismo Romano le da a Maria es una usurpación del lugar que Cristo debe tener en nuestra devoción y también es un insulto a su señorío (Colosenses 1:15-20; Romanos 8:34; 1 Timoteo 2:5; 1 Juan 2:1,2).
Servicio y Evangelismo
Ya que la iglesia es el cuerpo de Cristo, la obra de la Iglesia es llevar la misión de Cristo al mundo.  Como una nación de sacerdotes obramos unidos para servir a Dios (Hebreos 9: 14; 1 Pedro 2:5,9).  Unos son nombrados para obras especiales, como la de ser ancianos, diáconos, predicadores, o maestros, pero todo cristiano debe ser siervos o ministros conforme a su habilidad en la tarea del Señor (Efesios 4:11-13; Mateo 20:26-28; 25:44,45; Romanos 16: 1,2).  Nuestra tarea es servir a Dios y al ser humano.  Nuestro servicio a Dios en la adoración será tratado en la siguiente sección.
Consideremos la doble misión de la iglesia, a la iglesia misma y al mundo.  En primer lugar, la iglesia debe servir a sus mismos miembros, edificándolos, perfeccionándolos, ayudándolos a desarrollarse espiritualmente, y a mantenerse salvos (Efesios 4:11-13; Colosenses 1:28).  Los que son predicadores o maestros en la iglesia ayudan a otros a desarrollarse espiritualmente enseñándoles más de la verdad de Dios (Efesios 4:11; 1 Timoteo 4:11-16; 2 Timoteo 2:2; 3:10-4:5).  El cristiano debe ayudar a otros cristianos con sus necesidades físicas (Hechos 11:29; Gálatas 6:10; 2 Corintios 8:1-9:15; 1 Juan 3:17,18).  Sirviendo a otros seguimos el ejemplo de Cristo (Mateo 20:28; Filipenses 2:7,8).  La mayor parte de los cristianos se gozan en la confraternidad entre unos y otros formando amistades dentro de la iglesia.  Al igual que en una familia, la iglesia en ocasiones tiene que disciplinar a sus mismos miembros, en la esperanza de traer al extraviado al arrepentimiento e impedir que el pecado se desarrolle más en la iglesia (1 Timoteo 1: 20; 1 Corintios 5:1-13; Mateo 18:15-17; 2 Juan 10,11; 2 Tesalonicenses 3: 14,15; Tito 3:10,11).
En segundo lugar, la misión de la iglesia está dirigida al mundo.  El cristiano vive en el mundo pero no debe vivir como el mundo (Juan 8:23; 15:19; 17:15-18), al igual que una barca se mantiene flotando mientras no se llene de agua.  Los cristianos no deben participar de los pecados del mundo (2 Corintios 6: 14-17).  Nuestras vidas deben ser la luz del mundo, ejemplificando la correcta manera de vivir (Mateo 5:13-16; 1 Pedro 2:12; 3:15,16; Filipenses 2:15).  Los cristianos son el ejército de Dios en este mundo, luchando contra el pecado y la maldad (2 Corintios 10:3-5; Efesios 6: 10-17).  El cristiano no usa la violencia o medios de maldad.  Sino que usa la persuasión, un buen ejemplo, y la proclamación de la verdad para evangelizar al mundo (Mateo 28:19,20; 1 Corintios 9:16).  Pablo lo dijo elocuentemente:  “Dios...nos dio el ministerio de la reconciliación...Así que somos embajadores de Cristo, como si Dios los exhortara a ustedes por medio de nosotros:  En nombre de Cristo les rogamos que se reconcilien con Dios” (2 Corintios 5:18-20).
Es muy popular para los no-cristianos tratar con ligereza las fallas de la iglesia.  Puesto que la iglesia está compuesta de seres humanos falibles que cometen errores, la iglesia en si misma no es perfecta.  El cristiano reconoce que él no es perfecto, pero también sabe que Cristo sí es perfecto.  Es pues a Cristo a quien los no-cristianos deben mirar cuando hacen juicio del cristianismo.  Aún cuando uno considera los muchos errores que el cristiano comete, una justa evaluación de la evidencia nos muestra que la iglesia a través del tiempo ha hecho más cosas buenas que malas.  Mucho de lo malo atribuido a la iglesia aconteció en el nombre de Cristo, pero fue hecho por iglesias falsas o por no-cristianos.  Esta gente usó el nombre de Cristo como un escudo para justificar sus hechos profanos.  Los verdaderos creyentes han hecho inmensurable bien en el mundo a través de la oración, benevolencia, apoyando los valores de la familia, enseñando la verdad, obras caritativas, y muchas otras obras buenas.  La iglesia está compuesta de la mejor gente del mundo.  Aunque todo cristiano y congregación tiene lugar para mejoras, la iglesia ha sido como una ciudad en un monte con su faro luminoso para guiar al ser humano al cielo (Mateo 5:14-16).
Adoración
La obra de la iglesia no solamente está dirigida a sí misma y al mundo, sino que también está dirigida a Dios en adoración.  ¿Qué pues, es la adoración?  La adoración puede definirse ampliamente como todo lo que hacemos en el servicio a nuestro Dios (Romanos 12:1,2).  La verdad que aprendemos de esta definición es que toda nuestra vida debe vivirse para Dios (Colosenses 3:17).  No debemos darle a Dios una o dos horas a la semana en adoración y después olvidarnos de él y vivir para nosotros mismos el resto de la semana.  Todo lo que hacemos debe hacerse de tal manera que seamos agradables a Dios y obedientes a su voluntad.  Pero este sentido amplio de la adoración no es nuestro enfoque principal en esta sección.  Una definición más limitada de la adoración es “reverencia y alabanza a un ser divino”.    La adoración atribuye valor a Dios.  Una palabra del griego que frecuentemente se traduce como “adoración” en el Nuevo Testamento significa “caer en adoración, hacer reverencia, postrarse” (BAGD, 716-17; cp. Mateo 2:2,8,11; 4: 9,10; Juan 4:23,24; 1 Corintios 14:25; Apocalipsis 4:10; 5:14).  La adoración es dar loor y honra a Dios por su gran gloria.  Considere ambiente ante el trono de Dios en el cielo para que tenga un sentido de lo que la adoración implica  (Apocalipsis 4:1-5: 14; Isaías 6:1-5; 56:7; Mateo 21:13).  No considere a Dios como un Dios egocéntrico que es vano y que quiere que le adoremos solo para satisfacer su ego (Hechos 17:24,25; Salmos 50:10-12).  Dios nos manda que le adoremos, porque es para nuestro beneficio.  Necesitamos la adoración para poder cumplir con nuestra naturaleza como seres espirituales.  Con la adoración a Dios, animamos a otros y nos ayudamos a nosotros mismos.
Ya que Dios es omnipresente, la adoración puede ser hecha en cualquier lugar.  No es necesario un lugar sagrado o un edificio especial para adorar a Dios (Juan 4:19-24).  Se puede adorar a Dios en un edificio alquilado, en casas, al aire libre, o en un edificio propio de la congregación (Romanos 16:5; 1 Corintios 16:19; Colosenses 4:15; Hechos 2;46; 5:42; 16:13; 20:7,8).  La adoración cristiana no se determina por adornos exteriores, sino por la interna devoción que sentimos en nuestro corazón para con Dios.  Es por esto que una vida pura y un corazón sincero son corolarios esenciales para la adoración aceptable a Dios (Salmos 15: 1-5; 24:3,4; Mateo 5:8).  Dios es un ser espiritual, y así nuestra adoración a Dios debe fluir de nuestro corazón.  Jesús dijo:  “Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad” (Juan 4:24).  Si usted es un cristiano y no puede encontrar una iglesia que sea fiel a la verdad de Dios, usted puede adorar a Dios en su casa con su familia y amigos.
La iglesia primitiva se congregaba en el primer día de la semana, el domingo, para adorar (Hechos 20:5-7; 1 Corintios 16:1-2).  Los judíos adoraban el séptimo día de la semana, el sábado, es decir el sabático judío, pero los cristianos no continuaron con esta costumbre.  Ya que Cristo fue resucitado el primer día de la semana, este día vino a ser conocido como “el día del Señor” y era el día en que los cristianos del primer siglo se congregaban para adorar (Apocalipsis 1:10; Mateo 28:1; Marcos 16: 1-2).  Por supuesto, no hay nada malo en que los cristianos ejecuten la mayor parte de las funciones de la adoración en cualquier tiempo.  Es bueno y nos ayuda en el desarrollo espiritual si tomamos el tiempo, para apartarnos a leer la palabra de Dios y hacer oración a Dios durante de la semana (Mateo 6:6).  Muchos cristianos se gozan congregándose en las casas o en otros lugares para cantar himnos, orar a Dios, estudiar la palabra de Dios, y beneficiarse de la confraternidad cristiana (Hechos 2:46; 5:42).  Reúnase con otros cristianos cuantas veces usted desee, pero desarrolle el hábito de congregarse con otros cristianos el domingo para adorar a Dios, a no ser que por enfermedad no pueda hacerlo (Hebreos 10:25).  Usted necesita el ánimo que resulta de la adoración y de la confraternidad con otros cristianos.
No todo lo que los cristianos hacen en la asamblea del domingo es adoración en el estricto sentido de mostrar reverencia a una deidad.  Otro propósito de la asamblea del domingo es animarnos, enseñar la palabra de Dios, cantar salmos, y exhortarnos unos a otros (1 Timoteo 4:13; 1 Corintios 14:19,26).  Los cristianos cantan en la adoración.  Unos cantos deben ser para alabar a Dios y Cristo, otros cantos deben ser para exhortarnos y animarnos unos a otros (Efesios 5:19,20; Colosenses 3:16; Hechos 16:25; 1 Corintios 14:15).  Leer la Biblia es muy característico en la adoración cristiana, lo cual es de mucho beneficio para el cristiano (Apocalipsis 1:3; 1 Timoteo 4:13; 1 Tesalonicen-ses 5:27).  La enseñanza, la exhortación y la instrucción basada en la Biblia son otras características de la adoración cristiana y son muy importantes en el desarrollo cristiano (1 Timoteo 4:13-16; 5:17; 2 Timoteo 2:1-2; 3:10,16; Hechos 20:20,21; Santiago 3:1).  La asamblea es también para el compañerismo, y para compartir juntos nuestra devoción común (Romanos 12:3-8,15; 16:16; 1 Corintios 16:20; 1 Juan 1:3,4).
La iglesia tiene la tesorería que se usa para obras benevolentes, para sostener sus líderes, y para una variedad de necesidades (Romanos 12:13; 15:25-27; 1 Corintios 9:1-14; 2 Corintios 8: 1-9:15; Hebreos 13:1-3; 1 Timoteo 5:3-18; Santiago 1:27).  El domingo es un momento conveniente para ofrendar a la tesorería de la iglesia (1 Corintios 16:2).  Así demostramos nuestro compañerismo.  En realidad, la palabra del griego para “asociación, comunión, compañerismo, relación familiar” es usada en referencia a la contribución a la obra de la iglesia, lo cual es “generosidad, sentimientos sobre el compañerismo, participación” como “signo de compañerismo o prueba del amor cristiano” (BAGD, 438-39; 2 Corintios 8:4; 9: 13; Romanos 15:26; Hebreos 13:16).  Los judíos usaban un sistema de diezmo, es decir, ofrendaban el diez por ciento.  Los cristianos usan un sistema más flexible para ofrendar, según como uno haya prosperado y según haya necesidad (1 Corintios 16: 1,2).
La oración es una forma esencial tanto de la adoración pública como de la privada.  Los cristianos creen que Dios existe, que oye las oraciones, que ama al ser humano, y que contesta las oraciones.  Dios no siempre nos da lo que le pedimos, especialmente cuando no es lo mejor para nosotros, pero podemos estar seguros que la voluntad de Dios es nuestro bienestar espiritual (Romanos 8: 28).  Todos debemos desarrollar el hábito de orar regularmente (1 Tesalonicenses 5:17; Romanos 12:12; Colosenses 4:2; Lucas 18:1).  Evite cosas que pueden estorbar su vida de oración, como problemas en el hogar (1 Pedro 3:7), un espíritu sin misericordia (Mateo 6:14,15; Efesios 4:32), insinceridad, falta de arrepentimiento (Salmos 66:18; Isaías 1:15), pecado no confesado (1 Pedro 3:12), o falta de fe en Dios (Santiago 1:6-8).  Por otro lado, hay muchas cosas que pueden ayudarnos en nuestra vida de oración, como por ejemplo una vida moral (Salmos 24:3,4), un espíritu obediente (1 Juan 3: 21-22), una actitud reverente (Mateo 6:9), humildad, fe en Dios (Mateo 21: 22; Marcos 11:24), sinceridad (Mateo 6:5,6; Salmos 17:1), y un corazón agradecido (Colosenses 4:2; Filipenses 4:6).  Nuestro Señor es nuestro gran ejemplo de alguien que oraba a Dios (Juan 17: 1-26; Mateo 14:23; 26:36; Lucas 5:16; 6:12; 9:28), también enseñó mucho sobre la oración (Lucas 11:5-13; 18:1-8), como también otros enseñaron sobre la oración (1 Tesalonicenses 5:16-25; 1 Timoteo 2:1-8; Santiago 5:13-18).  Los discípulos querían que Jesús les enseñara a orar.  La oración del Señor es un modelo perfecto ya que es un perfil de lo que uno debe decir en una oración:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.  Danos hoy nuestro pan cotidiano.  Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores.  Y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del maligno (Mateo 6:9-13; cp. Lucas 11:1-4).
La cena del Señor o comunión es un servicio memorial que honra a Jesucristo.  Fue instituida por Jesús cuando celebró la última pascua con sus discípulos (Mateo 26:17-30; Marcos 14:22-24; Lucas 22:14-23; 1 Corintios 11:23-26).  El les dijo a sus discípulos:  “Hagan esto en memoria de mí” (1 Corintios 11:24,25).  El propósito de la cena del Señor es para recordar la muerte y resurrección de Jesús (1 Corintios 11:24-26).  La cena del Señor no debe ser un banquete para llenar nuestro estómago (1 Corintios 11: 34).  Su propósito es la meditación, el autoexamen y la adoración (1 Corintios 11:27,28).  Es también el tiempo para compartir el compañerismo y mostrar la unidad con otros creyentes (1 Corintios 10:16,17; 11:29-33).  El pan y el fruto de la vid son simbólicos para recordar el cuerpo y la sangre del Señor.  El pan se usa sin levadura, porque la levadura es símbolo del pecado.  Como el sacrificio perfecto por nosotros nuestro Salvador fue sin pecado, así el pan sin levadura nos hace recordar del cordero sin mancha, nuestro Salvador (1 Corintios 5:7; Marcos 14:1).  Esto hace que la cena del Señor sea una buena oportunidad para renovar nuestro compromiso de tratar de conquistar el pecado en nuestras vidas (1 Corintios 11:27-32).  El fruto de la vid es jugo de uva, que por su color y apariencia nos recuerda la sangre de Jesús derramada por nuestros pecados.  Los cristianos deben participar de la cena del Señor cada primer día de la semana como una expresión de la unidad de la iglesia que se reune cada domingo (1 Corintios 10:16,17), como un recordatorio de que Cristo está vivo y presente por su resurrección (1 Corintios 11:26), porque es el día del Señor, y una imitación de la práctica de la iglesia primitiva (Hechos 20:5-7; 1 Corintios 16: 1,2).
La celebración de la cena del Señor en la iglesia Católica Romana es llamada la misa, y está enlazada con la falsa doctrina de la transubstanciación.  Ellos creen que el pan y el jugo de la vid se transforman en el cuerpo y en la sangre de Jesús y que él es sacrificado nuevamente durante esta ceremonia.  Pero la Biblia nos dice que el sacrificio y muerte de Jesús fueron hechos una sola vez para siempre y que es eficaz para todo ser humano (Hebreos 7:27; 9:12, 24-28; 10:10-14; Romanos 6:9).  Jesús no es sacrificado cada vez que se celebra la cena del Señor.  Cuando Jesús dijo en referencia al pan:  “Tomen y coman; esto es mi cuerpo,” y de la copa:  “Beban de ella todos ustedes.  Esto es mi sangre” (Mateo 26:26-28), él estaba hablando metafóricamente.  El obviamente no dio a entender que en realidad eran su cuerpo y sangre, porque tenía el pan y la copa en sus manos.  Esto es figurativo como muchas otras cosas que él dijo (Juan 10:7,14; 15:5; Mateo 5:13,14).  En lugar de la transubstanciación, los cristianos creen que Cristo está presente espiritualmente cuando la iglesia se reúne para adorar (Mateo 18:20).  El pan y la copa son recordatorios simbólicos de su presencia y de su cuerpo y sangre que él ofreció por nuestros pecados en la cruz.
El Nuevo Testamento no nos da un orden fijo en el cual el servicio de adoración debe ser conducido.  A los hombres les ha sido dado el rol de líderes en la asamblea de adoración, como también en el hogar y la iglesia en general (Génesis 1:26,27; 2:18; 3:16; 4:7; 1 Corintios 11:2-16; 14:33b-36; Gálatas 3:28; Efesios 5:21-33; Colosenses 3:18,19; 1 Timoteo 2:1-15; 3:1-13; 1 Pedro 3:1-7).  La adoración debe hacerse con la actitud correcta, decentemente, con orden y conforme a la verdad de Dios (Juan 4:24; 1 Corintios 14:40).  Un servicio de adoración semejante a lo siguiente le agradaría a Dios si se hace reverentemente.  Cuando usted se reúna con otros cristianos, pueden empezar el servicio de adoración con una oración a Dios.  Después pueden cantar cantos y hacer más oraciones.  Pueden leer un capítulo de la Biblia para que todos lo escuchen.  Si hay alguien calificado para enseñar, la instrucción a partir de la Biblia, en forma de sermón, es algo muy común.  La cena del Señor debe ser observada si es el domingo en algún momento durante la adoración quizás con más cantos y oraciones.  La asamblea es un tiempo muy conveniente para juntar las ofrendas de los hermanos, si es el domingo, la cual se usa para ayudar a los necesitados y a otras obras de la iglesia.  Anuncios de importancia se pueden hacer para que todos estén informados.  Por ejemplo, tomar nota de los que están enfermos para que oren por ellos y los visiten.  Pueden, después de todo esto, concluir con una oración o un canto.  Cantos, oraciones, lectura de la Biblia, instrucción de la Biblia, la cena del Señor, y la recolección la ofrenda son la forma tradicional en que los cristianos han conducido sus servicios de adoración siempre.
El Futuro
El concepto del cristianismo sobre la historia es que el mundo tuvo un principio, al cual le llamamos la creación (Génesis 1), y que esta creación será consumada en la segunda venida de Cristo.  Después de la venida de Cristo, todos estaremos ante Dios y Cristo para recibir el juicio.  Después del juicio todos serán enviados a uno de dos lugares: al cielo o al infierno por toda la eternidad.  Dios es soberano y obra su voluntad en la historia, y el objetivo de todas las cosas en este mundo es la completa glorificación de Jesucristo como Señor (Filipenses 2:9-11; Colosenses 1:16).  La vida proviene de Dios y la esperanza de la vida eterna reposa en él completamente (1 Timoteo 6:16).  ¿Donde cabe usted en este plan divino?  Usted debe interesarse en lo que el futuro depara para su destino (Salmos 90:12; Santiago 4:14; Mateo 16:26).
Ya que somos humanos, todos moriremos un día.  La Biblia no enseña la reencarnación o la transmigración del alma en una serie de nacimientos, vidas y muertes.  Solo morimos una vez (Hebreos 9:27).  Somos mortales; sin embargo, porque somos también seres espirituales, una parte de nosotros vive después de la muerte (2 Corintios 5:1; 2 Pedro 1: 13,14).  Desde el punto de vista espiritual, la muerte es definida como el momento que el alma sale del cuerpo (Santiago 2:26).  Nosotros naturalmente tememos a la muerte, pero el Evangelio nos da esperanza y nos ayuda a vencer este temor (Salmos 39:5; Romanos 7:24; Hebreos 2:15; 1 Corintios 15:26; Filipenses 1:21-23).  El Antiguo Testamento no dice mucho de la vida después de la muerte.  Esta explicación fue encargada a Jesús y al Nuevo Testamento para que se nos explicara completamente.  Pablo dijo que Cristo “sacó a la luz la vida incorruptible mediante el evangelio” (2 Timoteo 1:10).  Jesucristo es el que puede quitar el aguijón de la muerte, que es el pecado, dándonos la victoria sobre la muerte (1 Corintios 15: 54-57).
¿Cuál es la condición del alma entre la muerte y el día del juicio?  Este es el estado intermedio.  Unos creen que el alma está dormida durante este tiempo y que despierta cuando Cristo venga la segunda vez.  La Biblia usa el término “dormir” para describir a uno que está muerto, pero esto es solamente una descripción de cómo parece un cuerpo muerto para los que están vivos (1 Tesalonicenses 4:13).  El muerto está dormido en el sentido que ya ha dejado de actuar en este mundo material (Apocalipsis 14:13).  Otros pasajes de la Biblia implican que el alma del muerto está consciente después de la muerte (2 Corintios 5:8; Lucas 16:19-31).  El alma o espíritu del muerto va al Hades que también se llama el Seol.  El Hades está dividido en dos partes (Lucas 16:26).  La parte buena se llama el paraíso y allí están los que son salvos (Lucas 23:39-43; Hechos 2:27).  La parte mala se llama el tormento y allí están los que son condenados (Lucas 16:23).  Nuestro destino eterno se sella en el momento de la muerte.  La Biblia no revela nada sobre una segunda oportunidad para ser salvos después de la muerte.  Igualmente, la Biblia no revela nada sobre un purgatorio o un fuego castigador donde los cristianos sufren para ser limpiados antes de ir al cielo.  Si usted es un fiel cristiano cuando muere, la expiación de Jesucristo ya ha cubierto todos sus pecados (1 Juan 1:6-10).  La doctrina del Catolicismo Romano sobre el purgatorio, equivocadamente pone un límite sobre el poder de Dios para perdonar los pecados del hombre por medio de la sangre de Jesús.
El fin de este mundo será cuando Cristo venga por segunda vez.  Nadie sabe cuando será (Mateo 24:44).  Jesús dijo que solo Dios el Padre sabe el día y la hora (Mateo 24:36).  Usted debe cuidarse de los que ponen fechas al fin del mundo y anuncian que pueden leer las señales y que saben cuándo esto va a ocurrir.  Dios ha prometido que Jesús retornará por segunda vez, y Dios siempre cumple sus promesas.  Aunque algunos duden, nosotros debemos mantenernos fieles en la fe.  Algunos intentarán hacer que Dios obre por el itinerario del hombre, pero Dios obrará según su voluntad (2 Pedro 3:1-14).  El cristiano debe mantenerse listo siempre, porque no sabemos cuándo Jesús vendrá por segunda vez (Mateo 24:44).  La doctrina sobre la segunda venida de Jesús y el fin del mundo debe motivarnos a vivir una vida santa.  Como dijo Pedro:  “Ya que todo será destruido de esa manera, ¿no deberían vivir ustedes como Dios manda, siguiendo una conducta intachable?” (2 Pedro 3:11).  Debido a que la segunda venida de Jesucristo significa la salvación y un hogar celestial para los cristianos, se la describe como nuestra “bendita esperanza” (Tito 2:13).
Cuando Cristo vuelva a este mundo, entonces habrá una resurrección general de todo ser humano.  Jesús dijo:  “Porque viene la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz, y saldrán de allí.  Los que han hecho el bien resucitarán para tener vida, pero los que han practicado el mal resucitarán para ser juzgados” (Juan 5:28-29).  Los que están muertos resucitarán; y los que estén vivos se reunirán con ellos para ser juzgados, y después la eternidad (1 Tesalonicenses 4: 13-18).  Una transformación acontecerá cuando nuestra alma o espíritu se reúna con nuestro cuerpo otra vez.  Dios nos dará un cuerpo nuevo incorruptible que jamás morirá (1 Corintios 15:35-37).  No sabemos la naturaleza exacta de esta nueva existencia, pero sí sabemos que seremos semejante al cuerpo resucitado de Jesús (1 Juan 3:2).
Inmediatamente después de la segunda venida de Cristo y del fin del mundo, habrá un juicio general de todo ser humano.  Seremos juzgados por Dios y Cristo (Juan 5:22, 27; Hechos 17: 30-31; Romanos 14:10; 2 Corintios 5:10; 2 Timoteo 4:1; Hebreos 12:23).  Dios nos juzgará según nuestras obras en esta vida y por el criterio de la Biblia (Apocalipsis 20:12; Juan 12:48; Romanos 2:6, 16).  Habrá una gran separación, unos serán salvos y otros serán condenados (Mateo 25:31-46).  A los salvos Cristo les dirá:  “Vengan ustedes, a quienes mi Padre ha bendecido; reciban su herencia, el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo” (Mateo 25:34).  A los condenados les dirá:  “Apártense de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles” (Mateo 25:41).  El día del juicio no es un día lleno de temor para el cristiano, ya que seremos recompensados y no condenados (Romanos 8:1; Marcos 9:41; Lucas 6:35).
El “cielo” es el nombre que los cristianos usan para describir el estado de eterna gloria que Dios un día les dará a sus hijos.  El cielo es tan maravilloso y la limitación del lenguaje y pensamiento del ser humano son tan grandes que la Biblia frecuentemente usa un lenguaje simbólico y figurativo para describir el cielo (Apocalipsis 21:1-22:5).  El cielo es muy maravilloso porque es el lugar donde estaremos con Cristo y Dios para siempre (Juan 14:1-3; Filipenses 1:23; 1 Tesalonicenses 4:16-17).  Es como estar en una gran fiesta o banquete (Mateo 22:1-14; Apocalipsis 19:9).  El apóstol Juan vió esta visión del cielo:
Oí una potente voz que provenía del trono y decía:  “¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios!  Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios.  Él les enjugará toda lágrima de los ojos.  Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir.”
Luego el ángel me mostró un río de agua de vida, claro como el cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero, y corría por el centro de la calle principal de la cuidad.  A cada lado del río estaba el árbol de la vida, que produce doce cosechas al año, una por mes; y las hojas del árbol son para la salud de las naciones.  Ya no habrá maldición.  El trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad.  Sus siervos lo adorarán; lo verán cara a cara, y llevarán su nombre en la frente.  Ya no habrá noche; no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios los alumbrará.  Y reinarán por los siglos de los siglos (Apocalipsis 21:3,4; 22:1-5).
El “infierno” es el nombre que los cristianos usan para describir el estado de eterna condenación para los que no son fieles a Cristo.  La palabra “infierno” originalmente se usaba con referencia a un basurero afuera de la ciudad de Jerusalén.  Era un lugar donde la basura era quemada constantemente.  Era un lugar donde siempre había humo, fuego, suciedad, y corrupción.  Es una gráfica ilustración para recordarnos que el infierno es un lugar donde nadie desea ir.  Las descripciones bíblicas del infierno frecuentemente son figurativas o metafóricas, como también son las del cielo.  El infierno es un lugar de tinieblas, porque significa la separación de Dios (Mateo 25:30; 2 Pedro 2:4; Judas 13).  Es también un lugar de humo y fuego (Mateo 13:42; 25:41; Marcos 9:48; Apocalipsis 20:10-15) y de dolor (Mateo 25:30; Apocalipsis 14: 11).  Una vez que la persona es condenada al infierno, no hay salida.  La pérdida es permanente y allí no hay esperanza (Mateo 25:10,46; Apocalipsis 14:11).  Así que no es difícil ver por que Jesús nos advierte acerca del infierno (Lucas 12:4,5; 13:28; Mateo 5:29,30; 10:28).
Tenga cuidado con las doctrinas sobre el premilenio o dispensación.  Los que proponen estas doctrinas son los que frecuentemente ponen fechas a la venida de Cristo y al fin del mundo.  Hablan de un “arrebato” y un reino de Cristo por mil años en la tierra, pero no habrá ningún arrebato secreto cuando de repente desaparezcan los santos.  Ni tampoco habrá un retorno de Cristo para reinar mil años.  Cuando Cristo retorne, todos seremos resucitados y el día del juicio y la eternidad sucederá inmediatamente en vez de un reino de Cristo en el mundo (Juan 5:28,29; 1 Tesalonicenses 4:13-17; Hebreos 9:28; Apocalipsis 1: 7; 1 Corintios 15:23,24).
Los premilenialistas cometen dos errores claves en la interpretación de la Biblia.  En primer lugar, ellos piensan que el reino de Dios y el reinado de Jesús son un reino materialista en este mundo.  Pero el reino y reinado de Jesús ya existen hoy como un reino espiritual (Juan 18:36; Romanos 14:17).  Jesús ya es Rey de reyes y el reino de Dios ya existe (Mateo 3:2; 11:12; 12:26-28; Marcos 9:1; Lucas 1:32,33; 16:16; Hechos 2:29-33; 7:56; Efesios 1:20; Colosenses 1:13; Hebreos 2:9; 12:28; Apocalipsis 1:6,9; 11:15).  En segundo lugar, ellos toman muchos pasajes de la Biblia que ya se cumplieron y dicen que estos hechos se cumplirán en Palestina en nuestra época.  Muchos de los pasajes a los que ellos se refieren ya fueron cumplidos ya sea en el retorno de Israel de la cautividad Babilónica o en la destrucción de Jerusalén por los Romanos en el año 70 del primer siglo (Mateo 24:1-28; Marcos 13: 1-23; Lucas 21:5-36).  Ellos usualmente dicen que el libro de Apocalipsis en la Biblia profetiza hechos que todavía no han acontecido, sin embargo, la mayor parte de estos hechos ya fueron consumados.  El tema principal de Apocalipsis es la persecución de la iglesia primitiva por el imperio Romano (Apocalipsis 17:1-2, 15-18), esta persecución sucedió porque los cristianos no adoraban al emperador Romano (Apocalipsis 1:9; 2:10,13; 6:9-11; 7:9,13,14; 9:20,21; 12: 17; 13:5,6, 15-17; 14:9-13; 16:2,5,6; 17:6; 18:24; 19:2,20; 20:4).
La Trinidad
El término “trinidad” no se usa en la Biblia, pero los cristianos la usan para describir su comprensión de la doctrina de Dios.  Los cristianos son monoteístas, o sea que ellos creen que hay un solo y verdadero Dios.  Hay gente en el mundo que son politeístas y ellos creen que hay varios, miles y hasta millones de dioses.  Pero los cristianos y también los judíos, creen en un solo Dios (Deuteronomio 6:4; Marcos 12:29; 1 Corintios 8:4; Santiago 2:19).  Conocemos a este solo Dios en tres maneras, como el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo.  Hay diferencia entre los tres; sin embargo, hay unidad entre los tres.  Ya hemos estudiado que Jesucristo es Dios, es decir, deidad o divino (Juan 1:1; 20:28; Filipenses 2:6; vea las páginas 6-9 de ese tema).  Ya que él es Dios, es digno de nuestra adoración (Apocalipsis 5:1-14).  Note que lo mismo es verdad del Padre y del Espíritu Santo.
El Padre es Dios, es decir, deidad o divino (1 Corintios 8:6; Gálatas 1:1; Efesios 4:6; 1 Pedro 1:2; Juan 6:27).  Frecuentemente en la Biblia cuando el término “Dios” es usado sin ninguna otra definición, se trata de Dios el Padre.  Dios es grande en su ser y carácter.  Estas son algunas de las características de Dios el Padre.  El es autodependiente (Isaías 40:13,14; Salmos 50:12; Hechos 17:25), es eterno (Salmos 90:2-4; Deuteronomio 32:40; Santiago 1:17), es un ser espiritual (Juan 4:24; Deuteronomio 4:15; Hechos 17:29), es omnipotente (Isaías 14:27; Salmos 2:4), es omnisciente (Salmos 147:5), y es omnipresente (Jeremías 23:23,24; Salmos 139:7-12).  Dios el Padre es amor (1 Juan 4:8; Salmos 118:1-29; Romanos 8:35-39), es santo (Isaías 6:3-5; Salmos 99:9; Apocalipsis 15:4), es misericordioso (Deuteronomio 4:31; Salmos 145:8), y es virtuoso o justo (Isaías 5: 16; Salmos 11:7).  Dios es grande, majestuoso, impresionante, y muy digno de nuestra adoración y devoción (Apocalipsis 4:1-11; Mateo 4:10; Lucas 4:8; Deuteronomio 6:13).
El Espíritu Santo también es Dios, es decir, deidad o divino.  Lea en Hechos 5:3-4, allí Ananías mintió al “Espíritu Santo” y mintió a “Dios” (cp.  1 Corintios 3:16-17; 6:19-20).  Esto es porque el Espíritu Santo es Dios.  El Espíritu Santo es poseedor de los atributos de Dios (Romanos 8:2; Juan 16:13; Hebreos 9:14; Salmos 139: 7), hace obras que solo Dios puede hacer (Génesis 1:2; Salmos 104: 30; Juan 3:8; 16:8; Romanos 8:11; 2 Pedro 1:21), es igual a Dios (Mateo 28: 19; 2 Corintios 13:13), y recibe honra y adoración que corresponde solo a Dios (1 Corintios 3:16).  No considere al Espíritu Santo como una “cosa” o un “objeto” como si fuera una fuerza impersonal.  El Espíritu Santo es una persona y se le puede mentir y afligir (Hechos 5:3-4; Efesios 4:30).  El Espíritu Santo mora en los cristianos para santificarlos y fortalecerlos (Hechos 2:38; 5:32; Romanos 8:9-16, 26; 1 Corintios 3:16,17; 6:11, 19,20; 12:13; 2 Corintios 1:22; 5:5; Gálatas 4:6; Efesios 1: 13; 3:14-16; Tito 3:5; 1 Juan 4:13; Judas 19).  El Espíritu Santo da testimonio de Jesucristo e intercede por nosotros (Romanos 8: 26-27).
Así que, el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo son Dios, igual el uno que otro, y unidos como uno solo (Juan 10:30; 15:26; Mateo 28:19; 1 Pedro 1:2; 1 Corintios 12:4-6).  Note cómo Pablo los considera juntos:  “Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos ustedes” (2 Corintios 13:14).  La doctrina de la trinidad excluye los extremos del unitarismo.  Los cristianos no son unitarios, o sea, ellos no creen que el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo son todos iguales sin haber ninguna diferencia entre ellos.  Por otro lado, ellos no creen que el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo son tres diferentes Dioses.  ¿Habrá lugar entre estos dos extremos para un Dios que es uno y al mismo tiempo tres?  Como criaturas limitadas que obran dentro de los limites de la razón humana, no podemos pretender comprender a Dios por completo.  Dios es infinito.  Comprender a Dios completamente esta más allá de nuestra habilidad.  Persiste un elemento misterioso en la doctrina de la trinidad, aún después de que los grandes eruditos del mundo han tratado de comprender esta doctrina por los últimos dos mil años.  Lo que sí podemos decir con toda confianza es que conocemos a este solo Dios en tres maneras como Dios el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo.
El Espíritu y Los Milagros
Dios obró muchos milagros en las épocas bíblicas a través de sus siervos por el poder del Espíritu Santo.  El propósito principal de los milagros fue la confirmación de la palabra de Dios (Mateo 9:4,5; 12: 28,29; Marcos 2:10,11; 16:17-20; Lucas 5:24; Juan 21:24,25; Hechos 2:32,33; 2 Corintios 12:12).  Con referencia a la gran salvación que Dios ofrece al ser humano, el escritor de la epístola a los Hebreos dijo:  “Esta salvación fue anunciada primeramente por el Señor, y los que la oyeron nos la confirmaron.  A la vez, Dios ratificó su testimonio acerca de ella con señales, prodigios, diversos milagros y dones distribuidos por el Espíritu Santo según su voluntad” (Hebreos 2:3,4).  Cuando ya la revelación de Dios en Cristo fue completamente dada a conocer, las obras milagrosas cumplieron su propósito principal.  Durante el primer siglo un descenso de las obras milagrosas es aparente, y ya para el segundo siglo no se obraban los milagros.
Las afirmaciones de obras milagrosas en nuestra época, por cristianos y no-cristianos, son débiles en comparación a los milagros genuinos del Nuevo Testamento.  En ocasiones las declaraciones de milagros hoy día son solamente un alivio psicosomático.  En otras ocasiones son simplemente ocurrencias extrañas en vez de supernaturales.  Otras declaraciones de milagros de hoy día pueden ser explicados fácilmente como ocurrencias naturales.  Por ejemplo, la declaración moderna de hablar en lenguas no está relacionada con los dones de hablar en lenguas en el Nuevo Testamento.  En el Nuevo Testamento el hablar en lenguas era hablar un idioma o lengua extraña que jamás se había estudiado (Hechos 2:6,8).  El hablar en lenguas de hoy día es solamente un balbuceo infantil, que los lingüistas dicen que no son una verdadera lengua o idioma, los psicólogos dicen que se puede explicar por rasgos personales a menudo característicos de los carismáticos.  Muchos de las declaraciones de obras milagrosas de hoy día son el resultado de fraude y trampería por artistas inescrupulosos.  Ellos se aprovechan en la ingenuidad o ignorancia de la gente o en la esperanza desesperada de un lisiado o en una persona enferma.  Numerosas investigaciones hechas por científicos imparciales no han descubierto obreros verdaderos.  Sin embargo, muchos obreros falsos han sido desenmascarados.  Ninguna persona en nuestros días tiene el poder de obrar milagros, sanar los enfermos, hablar en lenguas, o de resucitar los muertos.
El diseño de Dios no era una continuación de los milagros a través de las épocas.  Los milagros eran para confirmar la palabra de Dios e iniciar su plan de redención.  Cuando ya esto fue logrado, Dios no quiso que la gente dependiera de una muleta para creer.  El desea que “vivamos por fe, no por vista” (2 Corintios 5:7).  Una vez que ya la iglesia tuvo el mensaje confirmado y un registro permanente del mensaje que fue escrito, o sea las escrituras del Nuevo Testamento, Dios permitió la disminución de los milagros y por fin que cesaran por completo.  Este proceso permitió que la iglesia fuera entera, completa, y madura, comportándose como un adulto maduro andando por fe, en vez de como un niño necesitado de pruebas en forma de milagros.  Pablo se refiere a esto como la venida de lo “completo” o lo “perfecto” (1 Corintios 13:8-13; cp. Efesios 4:11-16).  Pedir o desear milagros en nuestra época es retornar a un estado infantil (Mateo 12:38-39; 1 Corintios 13:11).  Aún cuando los milagros estaban presentes en la iglesia primitiva, Pablo notó su menor importancia enfatizando el más grande significado del amor en nuestras vidas (1 Corintios 12: 29-13:13).  Lo que perduraría a través de toda la época cristiana sería la fe, la esperanza y el amor, como Pablo lo dice en este pasaje:  “Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes:  la fe, la esperanza y el amor.  Pero la más excelente de ellas es el amor” (1 Corintios 13:13; cp. Mateo 22:36-40).
Las Sagradas Escrituras
El Antiguo y Nuevo Testamento son los documentos que componen la Biblia y son considerados autoridad por los cristianos.  Son la autoridad superior en cualquier cuestión religiosa.  La Biblia nos revela la voluntad de Dios y registra cómo Dios ha obrado en la historia para la salvación del ser humano (Salmos 119:105).  Los autores fueron ayudados en sus composiciones por el Espíritu Santo, así que, la Biblia no es un libro ordinario.  Es inspirado, o sea, está vivo con el Espíritu Santo y nos puede guiar a la vida eterna (Hebreos 4:12).  El origen de las escrituras es Dios mismo.  Las Escrituras no son simplemente la opinión o la interpretación de los autores (2 Pedro 1:20,21).  Pablo dijo:  “Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16,17).  Otros libros se pueden estudiar ya sea para nuestra ganancia o pérdida.  Sin embargo, el estudiar, creer, y obedecer la Biblia es para nuestra salvación (Santiago 1:21; 2 Timoteo 3:15; 1 Pedro 1:22-25; Juan 20:30,31).
La Biblia es una colección de sesenta y seis diferentes escrituras de variadas dimensiones escritas por más de cuarenta autores en un espacio de más de 1,500 años.  La Biblia está dividida en dos partes principales, el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento.  Las Escrituras del Antiguo Testamento fueron escritas en la dispensación Mosaica.  Son instrucciones para los Judíos en cuanto a la vida y la adoración.  Es historia, poesías, cantos de adoración, dichos sabios, y profecías.  Los cristianos creen que las Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamentos son la revelación inspirada de la voluntad de Dios (2 Timoteo 3:16; 2 Pedro 1:21; Juan 10:35), pero no seguimos todos los mandamientos del Antiguo Testamento.  Estos mandamientos fueron para los Judíos en la dispensación Mosaica (Deuteronomio 5:1,2; Ezequiel 20:10-12).  Jesús introdujo una nueva era (Mateo 5:17; Colosenses 2:14; Efesios 2:15; Romanos 6:14; 7:4; 10:4).  El Antiguo Testamento fue un preparatorio para el Nuevo Testamento, y los cristianos hoy viven bajo el nuevo pacto (Gálatas 3:23-26; Hebreos 7:12; 8:1-13; 10:1-10; Colosenses 2:14).  Por ejemplo, los cristianos no ofrecen sacrificios de animales, porque Cristo es nuestro sacrificio una vez por todas.
Aunque los cristianos no viven bajo la ley de Moisés hay muchas razones para estudiar el Antiguo Testamento.  La iglesia primitiva predicó, citó, y estudió del Antiguo Testamento (Hechos 2:14-36; 8:31-35; 17:2,3,11; 18:28; 28:23).  Pablo afirmó la utilidad y beneficio del Antiguo Testamento para los cristianos (1 Corintios 10:11; Romanos 15:4).  Muchos principios tienen su origen en el Antiguo Testamento.  En las vidas de personajes del Antiguo Testamento, buenas y malas características son ejemplificadas.  Es un registro histórico importante.  El Antiguo Testamento explica muchas cosas del Nuevo Testamento, y atestigua de Jesucristo.  Lea los libros del Antiguo Testamento para aprender las grandes verdades del carácter de Dios y para saber cómo vivir una vida buena y moral.  Pero asegúrese de no seguir los mandamientos religiosos del Antiguo Testamento que eran para los Judíos (Gálatas 5:4).
Las Escrituras del Nuevo Testamento son indispensables, porque ellas nos narran la historia de la vida de Jesús y de la iglesia primitiva.  El significado de la revelación de Dios en Jesucristo es explicado en las Escrituras del Nuevo Testamento.  En el Nuevo Testamento hay documentos que están en una posición histórica singular, porque fueron escritos por testigos personales de la vida milagros, muerte, y resurrección de Jesucristo.  Muchos de los libros del Nuevo Testamento fueron escritos por los apóstoles de Jesús, escogidos por él personalmente (Romanos 1:1; Gálatas 1:1; 1 Pedro 1:1; 2 Pedro 1:1).  Cuando lea la Biblia se recomienda que primero lea los cuatro Evangelios y después el resto del Nuevo Testamento antes de leer el Antiguo Testamento.

Resumen de Libros Bíblicos
Escrituras del Antiguo Testamento
Génesis:  Historia del comienzo del mundo, la raza humana y las tempranas relaciones entre Dios y la humanidad a lo largo de la Era Patriarcal.  Los cinco primeros libros del Antiguo Testamento se llaman el Pentateuco.
Exodo:  La liberación de los Israelitas de la esclavitud egipcia.
Levítico:  Las leyes ceremoniales, rituales y morales de Israel.
Números:  Un registro de la peregrinación de Israel por el desierto.
Deuteronomio:  La ley del pacto entre Dios e Israel.
Josué:  La conquista y división de la tierra prometida entre las tribus de Israel.
Jueces:  La historia de Israel antes de la monarquía.
Rut:  La historia de la bisabuela del rey David.
1 Samuel:  La vida de Samuel, Saúl y David.
2 Samuel:  Más sobre la vida de David, el segundo rey de Israel.
1 Reyes:  La vida de Salomón y otros reyes de Israel y parte de la vida del profeta Elías.
2 Reyes:  Elías y Eliseo y la historia de los reinos de Israel y Judá hasta el cautiverio Babilónico.
1 Crónicas:  La genealogía de David y nueva narración de su reinado.
2 Crónicas:  Nueva narración del reinado de Salomón y otros reyes hasta la destrucción de Jerusalén por Babilonia.
Esdras:  El retorno de Israel desde Babilonia, y la reedificación del templo, y la obra de Esdras.
Nehemías:  La reedificación de los muros de Jerusalén bajo el liderazgo de Nehemías.
Ester:  La salvación de los Judíos por Ester en el período Pérsico.
Job:  Una discusión dramática de la justicia de Dios cuando se permite el sufrimiento de un justo.
Salmos:  Una colección de cantos y oraciones de los Israelitas.
Proverbios:  Una colección de proverbios sabios, muchos de ellos por Salomón.
Eclesiastés:  Un debate sobre el significado y propósito de la vida.
Cantares:  Un poema sobre el amor.
Isaías:  Oráculos proféticos sobre el reino soberano de Dios y la esperanza mesiánica.  Este y los siguintes libros son escrituras proféticas.
Jeremías:  Proclamaciones proféticas, especialmente sobre la caída de Judá bajo Babilonia.
Lamentaciones:  Un lamento sobre la caída de Jerusalén bajo Babilonia.
Ezequiel:  Profecías desde Babilonia sobre la caída de Judá bajo Babilonia y su eventual restauración.
Daniel:  Acontecimientos en Babilonia durante el cautiverio de Israel y una afirmación del control soberano de Dios sobre la historia.
Oseas:  La infidelidad de Israel y el amor de Dios, en parte narrados en el matrimonio de Oseas con Gomer.
Joel:  Una llamada al arrepentimiento después de una plaga de langosta.
Amós:  Un llamado a la justicia social en Israel.
Abdías:  Edom es condenado por regocijarse sobre la desgracia de Israel.
Jonás:  Un profeta reacio que predicó a la cuidad de Nínive.
Miqueas:  Acusación sobre la injusticia y el ritualismo vano y una explicación sobre la verdadera religión.
Nahúm:  Una declaración de la soberanía de Dios manifestada en su juicio sobre Nínive.
Habacuc:  La fe en Dios es desafiada por la opresión de los pobres y la prosperidad de los injustos.
Sofonías:  El juicio de Dios sobre el pecado de Judá y otras naciones.
Hageo:  Exhortación a los Judíos a reedificar el templo.
Zacarías:  La reedificación del templo y la esperanza Mesiánica.
Malaquías:  Exhortación para que Israel se arrepienta de sus pecados.

Escrituras del Nuevo Testamento
Mateo:  El primero de los cuatro Evangelios el cual narra la vida y enseñanza de Jesús.
Marcos:  El más breve de los cuatro Evangelios que recalca más las acciones que las enseñanzas de Jesús.
Lucas:  El Evangelio que nos muestra el amor universal de Jesús para toda clase de gente.
Juan:  El último Evangelio que fue escrito y diseñado para llevar a sus lectores a la fe en Jesús.
Hechos:  La historia de la iglesia primitiva que recalca la obra de los apóstoles Pedro y Pablo.
Romanos:  Una de las trece epístolas de Pablo que da un bosquejo del plan de Dios para la salvación en Jesucristo.
1 Corintios:  Un intento de corregir los problemas en la iglesia de Corinto.
2 Corintios:  La defensa de Pablo de sí mismo y de su apostolado.
Gálatas:  Una defensa de la justificación por la fe en vez de imponer ritos judios sobre la iglesia.
Efesios:  Una explicación del eterno propósito de Dios en Cristo y la iglesia.
Filipenses:  El gozo del Evangelio y la gratitud de Pablo.
Colosenses:  Una herejía primitiva es refutada por la preeminencia y suficiencia de Cristo.
1 Tesalonicenses:  La segunda venida de Cristo, la vida en la iglesia, y el ministerio de Pablo.
2 Tesalonicenses:  Una exhortación a seguir trabajando hasta el retorno de Cristo.
1 Timoteo:  Una epístola de estímulo a un predicador joven confrontado con dificultades y falsos maestros.
2 Timoteo:  Otra epístola de estímulo a Timoteo poco antes de la muerte de Pablo.
Tito:  Dirección y guía para otro predicador joven.
Filemón:  Un intento de reconciliación entre un esclavo fugitivo recientemente convertido y su Señor.
Hebreos:  La superioridad de Cristo como sumo sacerdote y del evangelio sobre el sistema del Antiguo Testamento.
Santiago:  Instrucciones prácticas para la vida cristiana cotidiana.
1 Pedro:  Viviendo vidas santas ante una creciente persecución.
2 Pedro:  Un problema con falsos maestros en la iglesia.
1 Juan:  Confianza para la iglesia frente a la falsa enseñanza del gnosticismo.
2 Juan:  La importancia de amar a los fieles y al mismo tiempo oponerse a los falsos maestros.
3 Juan:  Una epístola personal de agradecimiento.
Judas:  Una advertencia contra los falsos maestros.
Apocalipsis:  Una condenación figurativa del imperio Romano por la persecución de la iglesia primitiva y una profecía de la caída de Roma y del fin del mundo.


Conclusión
¿Qué es el cristianismo?  Después de haber tratado una variedad de temas, esperamos que la respuesta esté clara.  El cristianismo es la creencia de que Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios, es el Cristo y es el Señor.  Es también la convicción de que la más alta revelación del amor y la voluntad de Dios se encuentran en él.  Ser un cristiano es “conocer a Cristo” y ser “como él” hasta que “Cristo sea formado en ustedes” y “viva” en ustedes (Filipenses 3: 10;; Gálatas 2:20; 4:19; cp. Efesios 4:13).  El cristiano es uno que vive “por la fe en el Hijo de Dios” (Gálatas 2:20).  Conocer a Cristo es tan importante que todo lo demás en este mundo en comparación es basura (Filipenses 1:21; 3:7-9), porque Cristo es la única esperanza de salvación para la humanidad (Hechos 4:12; Juan 14:6).
El autor de Hebreos hace un buen resumen de la significación de Jesucristo:
Dios, que muchas veces y de varias maneras habló a nuestros antepasados en otras épocas por medio de los profetas, en estos días finales nos ha hablado por medio de su Hijo.  A éste lo designó heredero de todo, y por medio de él hizo el universo.  El Hijo es el resplandor de la gloria de Dios, la fiel imagen de lo que él es, y el que sostiene todas las cosas con su palabra poderosa.  Después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la derecha de la Majestad en las alturas (Hebreos 1:1-3).
El apóstol Pablo también hace otro buen resumen de quién es Cristo:
Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación, porque por medio de él fueron creadas todas las cosas en el cielo y en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, poderes, principados o autoridades:  todo ha sido creado por medio de él y para él.  Él es anterior a todas las cosas, que por medio de él forman un todo coherente.  Él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia.  Él es el principio, el primogénito de la resurrección, para ser en todo el primero.  Porque a Dios le agradó habitar en él con toda su plenitud y, por medio de él, reconciliar consigo todas las cosas, tanto las que están en la tierra como las que están en el cielo, haciendo la paz mediante la sangre que derramó en la cruz (Colosenses 1:15-20).
La pequeña palabra griega dia normalmente es traducida con la palabra “por” o “por medio de”.  Frecuentemente se usa como agente, es decir, como algo o alguien que está entre lograr y no-lograr un objeto o meta.  Note en los siguientes pasajes cómo es que la gracia, la verdad, la salvación, la vida, el perdón, la paz, la justificación, la justicia, la victoria sobre la muerte, y la reconciliación se obtienen “por medio de” Jesucristo (Juan 1:17; 3:17; 10:9; 14:6; Hechos 10:43; 13:38; 15:11; Romanos 1:5; 5: 1,2,9,17,18,19,21; 8:37; 1 Corintios 15:27; 2 Corintios 3:4; 5:18; Efesios 1:5; 2:18; Filipenses 1:11; Colosenses 1:20; 1 Tesalonicenses 5:9; Hebreos 7:25; 1 Juan 4:9).
La importancia de Jesús se ve en los muchos nombres, títulos, y términos descriptivos que se le dan a él en la Biblia, incluyendo el de Cristo (Mateo 16:16), Dios (Juan 1: 1; 20:28), Hijo de Dios (Juan 3:16; 20:31; Romanos 1:3), Emanuel (Mateo 1: 23), el cordero de Dios (Juan 1:29), la luz del mundo (Juan 9:5), el salvador (Lucas 2:11; Juan 4:42), el verbo (Juan 1:1,14), el Alfa y la Omega (Apocalipsis 21:6), el buen pastor (Juan 10:11), el Rey de los judíos (Mateo 27:37), el Señor (Hechos 2:36), Rey de reyes y Señor de señores (Apocalipsis 19:16), el Señor de gloria (1 Corintios 2:8), el Santo de Dios (Marcos 1:24), la principal piedra del ángulo (Efesios 2:20), el fundamento (1 Corintios 3:11), Príncipe de los pastores (1 Pedro 5:4), y el Hijo amado (Lucas 3:22; 9:35).
Es por todas estas razones que hacemos una súplica al lector que crea en Jesucristo y rinda obediencia a su voluntad.  Usted tiene todo por ganar y nada que perder.  En una ocasión mucha gente dejó de seguir a Jesús.  Jesús se volvió a los discipulos que se quedaron y les preguntó:  “¿También ustedes quieren marcharse?” Le respondió Simón Pedro:  “¿Señor, a quién iremos?  Tú tienes palabras de vida eterna.  Y nosotros hemos creído, y sabemos que tú eres el Santo de Dios” (Juan 6:66-69).  ¿Por qué fue este libro escrito?  Usando las palabras del apóstol Juan:  “Pero éstas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre tengan vida” (Juan 20:30,31).